¡Ay de Jerusalén y de los que desprecian a Dios!

Isaías 29:1-24

Después de la invasión mencionada en el capítulo 28, Jerusalén aún no está libre (véase cap. 40:2). Va a soportar un nuevo asalto de parte de una formidable coalición de pueblos. Pero esta vez todos esos enemigos se desvanecerán como un sueño porque acometieron contra “Ariel” (el león de Dios), la ciudad del verdadero David. Al mismo tiempo que la liberación, Dios va a cumplir otra obra digna de Él. Y está en la conciencia misma de su pueblo (v. 18-24). Los oídos sordos y los ojos enceguecidos, según la profecía del capítulo 6:10, serán abiertos. Le será devuelta la inteligencia y las palabras del libro precedentemente sellado (v. 11) serán comprendidas y recibidas. Con este motivo acordémonos que la Biblia es un libro cerrado para la inteligencia natural. Hace falta el Espíritu Santo para entenderla.

El versículo 13 será citado por el Señor en Mateo 15:7-8 a los escribas y a los fariseos, porque describe el estado de ellos. Honrar al Señor con los labios en tanto que el corazón permanece muy alejado de Él, sí, en tal estado podemos encontrarnos si no nos juzgamos. Tal hipocresía puede engañar a los demás y hacernos pasar por más piadosos de lo que somos; pero no podría embaucar a Aquel que lee en nuestros corazones (Ezequiel 33:31-32).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"