Una tercera subdivisión del libro empieza con este capítulo 28. Vuelve atrás para detallar la invasión de Efraín (las diez tribus) y luego la de Judá por el temible asirio profético. El orgullo actuará como la embriaguez para extraviar al desdichado pueblo judío. Este creerá que se protege eficazmente al hacer un pacto con la muerte (es decir, con el jefe del Imperio romano). Pero esto mismo será su perdición. Como un ciclón que arrasa todo a su paso, el asirio asolará a Jerusalén. Dios se servirá de ese “azote” para cumplir “su extraña obra… su extraña operación”; dicho de otro modo, el juicio.
Porque su habitual obra es la de salvar y de bendecir
(Juan 3:17).
Pero el derrumbamiento de todos los valores y de todos los puntos de apoyo humano son para Dios la oportunidad de revelar el seguro fundamento que Él puso en Sion. Nótese con cuánto amor Él lo considera, como si, al haberlo tomado en su mano, se detuviera con satisfacción sobre cada expresión: “una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable”. Sí, esta piedra, figura de Cristo, “desechada… por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” también tiene precio para nosotros que creemos (leer 1 Pedro 2:4-7). El Señor viene a ser para cada uno la piedra de toque. ¿Tiene Cristo este precio para nosotros?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"