Como alguien que se despierta de una horrible pesadilla, los fieles, en un primer momento, serán incapaces de comprender su súbita liberación. Pero pronto resonarán cánticos de alegría a los que las naciones harán eco, diciendo: “Grandes cosas ha hecho el Señor con estos” (v. 2; Salmo 14:7). Por así decirlo, sus lágrimas habrán regado los surcos de una generosa cosecha (v. 5). Y tal fue el ministerio del Señor Jesús aquí abajo (v. 6). Con llanto siguió el camino de la cruz. “Pero si muere” –dice en Juan 12:24– “lleva mucho fruto”. Aparecerá triunfante, cargado con el fruto del trabajo de su alma: sus redimidos, cual preciosas gavillas, apretadas contra su corazón.
El Salmo 127 nos recuerda que toda empresa está destinada a fracasar si no tiene desde el principio la aprobación del Señor. Cierto asunto puede parecer bueno, merecer que se le dedique mucho tiempo y mucho trabajo; pero no resultará si Él no trabajó en esa tarea (Juan 15:5). La actividad apacible y confiada del creyente, seguida por un sueño tranquilo, contrasta con la febril y ambiciosa agitación de los hombres de este mundo (Eclesiastés 2:23). Y vosotros, jóvenes que pensáis en «edificar vuestra casa», el matrimonio es una cosa demasiado seria para ocuparos de él solos. ¡Dejaos conducir por el Señor!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"