Cuando una calamidad amenaza a la gente del mundo, una de sus reacciones consiste en rodearse de todas las precauciones humanas (v. 8-11). Pero hay otra actitud peor aún: es el dejarse estar. Aquí, mediante una prueba, Dios acaba de invitar a Israel a llorar y a humillarse: Él les cantó endechas, por decirlo así (Mateo 11:16-17). Ahora bien, el pueblo no solo no se lamentó sino que –cosa extraña– ¡se entregó al júbilo y a la alegría! ¡Esta filosofía –llamada materialista– tiene muchos adeptos en nuestro atormentado siglo! Ya que la existencia es tan breve –dicen esos insensatos– y que estamos a merced de una catástrofe, aprovechemos el presente momento lo más alegremente posible. Es lo que resume la corta frase: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. El apóstol Pablo la cita a los corintios como para decirles: Si no debiera haber una resurrección, no nos quedaría sino vivir efectivamente como bestias, con el único goce del instante que pasa: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos porque mañana moriremos” (1 Corintios 15:32, Lucas 17:27).
Los versículos 15 a 25 ponen a un lado al mayordomo infiel, figura del Anticristo, para establecer al hijo de Hilcías, Eliaquin (el que Dios establece), hermosa figura del Señor Jesús (v. 22-24; comp. Apocalipsis 3:7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"