A causa de la compasión que siente por el pequeño remanente de su pueblo, Dios derribará los más grandes imperios (cap. 43:3-5). Nada es difícil para Él cuando se trata de liberar a los que ama. ¡No temamos! Él tiene en sus manos todos los recursos para socorrer a sus hijos, no por nuestra fidelidad sino por la suya.
Después de Babilonia, se trata de su rey. Y nos hallamos ante una escena particularmente asombrosa. Por medio del pensamiento, Isaías nos transporta a la morada de los muertos e imagina la emoción causada por la llegada de aquel gran personaje. «¡Así que tú también llegaste aquí!». exclaman los que le conocieron en la cumbre de su poder. En ese rey de Babilonia, reconocemos al jefe del cuarto Imperio (romano), llamado también “la Bestia”. Sin embargo, a partir del versículo 12, el pensamiento del Espíritu va más allá de ese agente de Satanás para evocar a este mismo. “¡Cómo caíste del cielo…!”. ¡Profundo misterio el de esa aparición del orgullo en Lucifer, el querubín de luz! Llegado a ser el príncipe de las tinieblas, aún sabe, para seducir, disfrazarse “como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Hoy hace temblar la tierra mediante el poder de las tinieblas y no suelta a sus prisioneros (v. 17; cap. 49:24-25). Pero Dios, según su promesa, pronto lo aplastará bajo nuestros pies (Romanos 16:20; Ezequiel 28:16-19).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"