Al otro lado del Jordán habían sido establecidas por Moisés tres ciudades de refugio para el homicida (Deuteronomio 4:41-43). Aquí son establecidas otras tres dentro del país mismo: Cedes en el norte, Siquem en el centro y Hebrón en el sur. Cada una de ellas estaba ubicada sobre una montaña (v. 7), lo cual nos recuerda esta palabra del Señor Jesús: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14). Vista por todos y especialmente por el infeliz culpable que corría para refugiarse en ella, la ciudad de refugio era un recuerdo constante de la gracia de Dios. La primera de estas ciudades se hallaba en Galilea, región amada por todo hijo de Dios. Allí Jesús de Nazaret vivió durante treinta años, allí sirvió, sanó y enseñó a los discípulos y a las multitudes. Siquem, en Efraín, frecuentemente se identifica con esa “ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José” (y por este hecho incluida en la porción de Efraín hijo de José: Josué 24:32). También evoca al divino Caminante que se sentó un día junto a su pozo (Juan 4:5 y sig.) Finalmente tenemos a Hebrón, ciudadela de la muerte vencida, que viene a ser lugar de asilo, de alto refugio.
El capítulo 21 se consagra a la porción de los levitas. Se les otorgan cuarenta y ocho ciudades, repartidas en los territorios de las otras tribus.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"