Para comprender los salmos –y en particular para no asombrarnos de ciertas palabras severas en cuanto a los malvados– hay una cosa que nunca debemos perder de vista: los creyentes que se expresan así no forman parte de la Iglesia. Los salmos se aplican expresamente al período que seguirá al arrebatamiento de aquélla. Ciertamente podemos apropiarnos de muchos preciosos versículos; por ejemplo: de todos aquellos que expresan la confianza (v. 1), el sufrimiento ante la injusticia (v. 9), la alabanza (v. 17) y muchos otros sentimientos más. Pero no estamos en el tiempo de apelar al juicio de Dios, como sucede en los salmos (v. 6). Nuestra oración de cristianos no es: “¡Castígalos, oh Dios!” (Salmo 5:10); sino que en la escuela de nuestro divino Modelo aprendamos a decir: “Padre, perdónalos…” (Lucas 23:34). En cambio, cuando el tiempo de la gracia haya terminado y el Anticristo oprima al débil remanente fiel, orar por la destrucción de los malvados será según el pensamiento de Dios (Lucas 18:7), pues solo así, y después del juicio de los impíos, se establecerá el reino terrenal del Hijo del hombre, del cual nos va a hablar el Salmo 8.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"