Al comienzo del libro, Dios brevemente había hablado del primer estado de Job. Estos versículos completan el cuadro. Pero esta vez es Job mismo quien se esfuerza en retocarlo. Todo lo que dice de sus obras ciertamente es exacto. De modo que las acusaciones de Zofar (cap. 20:19) y de Elifaz (cap. 22:6-7, 9) eran meras calumnias (comp. con Job 29:12-13).
¿Quién podría aún hoy someter tantos títulos a la aprobación de Dios y la consideración de los hombres? Empero, la complacencia con la cual Job describe su anterior condición muestra que ponía en ello su corazón y se gloriaba. Aún no había aprendido, como el apóstol, a contentarse en las circunstancias en las cuales se hallaba; soportaba mucho menos vivir humildemente y tener escasez que tener abundancia (Filipenses 4:11-12). Además, se han podido notar los «yo», «me», «mi» que se suceden en estos versículos. Son pequeñas palabras, pero… cómo traicionan la alta opinión que Job conserva de su propia persona. Hasta ahí había ocultado en su corazón, bajo una aparente modestia, ese sentimiento que ahora estalla a la luz del sol. Va permitir que Dios libere a Job de él… pero solo cuando este lo haya confesado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"