Job ya ha comprendido algo importante: de esta prueba que Dios le hace atravesar, su fe saldrá como el oro deslumbrante sale del crisol del afinador (ver cap. 23:10). Pero lo que ignora es cuántas escorias deben serle primeramente quitadas: “Ciertamente… el oro (tiene) lugar donde se refina” (Job 28:1; ver también Zacarías 13:9; Malaquías 3:3). Y ese lugar ¡es el crisol de la prueba! El Señor, como un sabio orfebre, conoce la intensidad y la duración de ese fuego necesario para purificar su plata y su oro, es decir, sus redimidos. El divino «Joyero» sabe cuántos dolorosos cincelados deberá dar antes de que resplandezcan con todo su brillo sus ónices y sus zafiros, sus rubíes y sus topacios.
El hombre es capaz de realizar trabajos considerables: represas, túneles, autopistas, etc… Extrae del suelo toda clase de productos (Job 28:9-11). Pero hay una cosa que no se preocupa mucho en buscar: la sabiduría. Sin embargo, ella tiene más valor que “las perlas” (v. 18) o “las piedras preciosas” declara el libro de los Proverbios, el que tanto nos habla de esa divina sabiduría (Proverbios 3:15; 8:11). Compárese también la importante definición del versículo 28 con Proverbios 9:10 y el Salmo 111:10.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"