Empieza una tercera serie de discursos. Hasta aquí los amigos de Job habían hablado del impío de una manera general: él hace esto, merece aquello (véase cap. 15:20 y sig.). Ahora Elifaz descubre el fondo de su pensamiento mediante acusaciones directas: “Tu malicia… tus maldades” (v. 5). Este hombre y sus dos compañeros, cuán lejos se hallan de las enseñanzas del Señor, quien ordena que cada uno se juzgue a sí mismo antes de quitar la paja del ojo de su hermano (Mateo 7:1-5). Y también, cuán lejos están de su ejemplo: Él, que se rebajaba hasta lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:14-15).
Al comparar el versículo 3 con lo que Jehová dijo a Satanás (Job 1:8; 2:3), vemos qué mal conoce Elifaz a Dios. Al contrario, nada le agrada más que un hombre que practica la justicia (Hechos 10:35).
No obstante, por medio de esas palabras de Elifaz, el Espíritu de Dios se dirige a nosotros. Y si alguno de nuestros lectores aún no estuviese en paz con Dios, le decimos con el versículo 21: “Traba amistad con él, te lo ruego, y está en paz con él” (V. M.); y con el apóstol
Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios
(2 Corintios 5:20).
En cuanto al siguiente versículo ¿no se dirige a todos nosotros, quienes todavía tenemos muchos progresos que hacer? “Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón” (Job 22:22).