Job ya está llegando a su octavo discurso y la zanja se ahonda cada vez más entre él y sus compañeros. Estos últimos, como muchas personas hoy en día, ven en Dios un soberano Creador demasiado encumbrado para condescender a ocuparse en los detalles de nuestras circunstancias y para tener en cuenta nuestros sentimientos (véase cap. 22:2-3, 12). Job tiene más conocimientos. Sabe que Dios se interesa por él –aun más de lo que querría (cap. 7:19)– mas cree que es inaccesible. “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” exclama él (Job 23:3). Querido amigo, ¿sabe usted dónde hallar a ese Dios que es un Dios cercano? Cercano porque se acercó a usted en la persona de Jesús. De modo que, a su turno, usted puede acercarse libremente a Él por medio de la oración y llegar hasta donde Cristo está sentado, a la diestra de Dios (Hebreos 4:16).
El versículo 10 recuerda la finalidad de la prueba: “Saldré como oro”, afirma Job. Aunque le falte todavía el sentimiento de la gracia que obra para su bien, nuestro patriarca está de acuerdo con el apóstol Pedro. Vosotros –escribe este– por un poco de tiempo, si es necesario, sois afligidos “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro… sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"