“Consoladores molestos sois todos vosotros”, responde Job a sus amigos (v. 2). «Así es como yo obraría si estuvieseis en mi lugar y yo en el vuestro»; “yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor” (v. 5).
Para simpatizar realmente con alguien, es necesario entrar en su prueba como si la soportáramos nosotros mismos (Hebreos 13:3). Jesús no sanaba a un enfermo sin haber sentido primeramente todo el peso de su padecimiento.
Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias
(Mateo 8:17).
Por eso, merece ese nombre de “amigo” (Mateo 11:19), que les queda tan mal a los tres visitantes de Job.
En el versículo 9, Job se ve en la mano de Dios, quien le hirió en Su furor. En el versículo 10, expresa lo que soporta de parte de los hombres. La prueba de Job ha sido múltiple. Pero ¿qué es ella al lado de lo que Cristo padeció, Él, quien “nunca hizo maldad”? (Isaías 53:9; comp. con Job 16:17). De parte de los hombres, animados por Satanás, luego de parte de Dios, durante las tres sombrías horas de la cruz, Cristo sufrió indecibles padecimientos. Ahora su sangre derramada salva a los creyentes y acusa al mundo. En los cielos, Él mismo es por nosotros el “Testigo” de nuestra justificación (v. 19). También es cerca de Dios el “Árbitro” (cap. 9:33) o el Mediador del cual Job sentía la necesidad (v. 21).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"