El tema principal que los tres amigos van a desarrollar de distintas maneras en sus discursos es el siguiente: Dios es justo. No habría herido a Job de esa manera si este no lo hubiese merecido. Todas sus pruebas son un castigo, un juicio. ¡Que confiese sus pecados y será restaurado! Pero, mediante el comienzo de ese relato, sabemos que Job no había incurrido en ninguna falta en especial. Dios mismo había dicho a Satanás: “Tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa” (cap. 2:3). Era, pues, equivocado considerar su prueba como un castigo. Mas, con excepción de esta última palabra, los versículos 17 y 18 son un maravilloso resumen de toda su historia. Comparémoslos con Proverbios 3:11-12 citado en la epístola a los Hebreos 12:5-6: “No menosprecies, hijo mio, el castigo del Señor, ni te fatigues de su corrección; porque el Señor al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”.
En efecto, Dios tenía algo que reprender y enderezar en su siervo: era, como tendremos la oportunidad de verlo, un espíritu de propia justicia. Dios había hecho la herida, pero también iba a curarla para felicidad de Job.
¡Aquel a quien el Señor ama! ¡Qué extraordinario consuelo! La tempestad que Satanás desencadena es, finalmente, para el creyente, una prueba del amor divino.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"