Nuestro andar

En la epístola a los Efesios tenemos (capítulos 1-3) la posición alta del creyente en Cristo, y de la Iglesia en su aspecto celestial. Nos muestra las bendiciones del creyente en los cielos (1:3), la Iglesia sentada en los cielos con Cristo (2:6), la multiforme sabiduría de Dios notificada por ella a los principados y potestades en los mismos lugares celestiales (3:10). 

¡Qué privilegio, pues, el nuestro! Somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Bien podía el apóstol Pablo exclamar, cuando meditaba sobre este tema: “A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (3:21). 

Pero este privilegio tiene sus responsabilidades, las cuales nunca debemos olvidar. En los capítulos 4 y 5 se muestra la importancia de nuestro andar; este vocablo se usa cinco veces en estos capítulos. 

Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados 
(Efesios 4:1). 

La vocación es nuestra posición en la iglesia, y nuestro andar debe ser digno de tan alta posición, “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. El hablar de una posición escritural vale poco delante de Dios si no mostramos el Espíritu de Cristo en nuestra vida diaria.

Requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente (4:17). 

Los otros gentiles, los inconversos, andan conforme al “viejo hombre”, pero el creyente se ha vestido “del nuevo hombre”. Por eso la exhortación termina diciendo: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios… Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (4:30-32).

Andad en amor (5:2), 

y añade: “como también Cristo nos amó”. Haciendo esto somos verdaderos “imitadores de Dios” y mostramos al mundo lo que él es: un Dios de amor.

Andad como hijos de luz (5:8). 

Las cosas mencionadas en el versículo cinco son obras de tinieblas; el creyente es llamado a comprobar “lo que es agradable al Señor. Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (5:10-11). A medida que el mal va creciendo en el mundo, hay peligro de que el creyente sea influenciado de bajar el nivel de su vida, si no tiene siempre “puestos los ojos en Jesús”.

Mirad, pues, con diligencia cómo andéis (5:15). 

Debemos recordar siempre que muchos nos están observando y posiblemente juzgarán el Evangelio por nuestros testimonios. Somos llamados, pues, a redimir el tiempo, porque los días son malos. Esto es, debemos usar toda oportunidad que se nos presenta para glorificar al Señor.

Amados hermanos, hemos recibido grandes bendiciones del Señor, y él desea bendecirnos más y usarnos para la bendición de otros. Pero no puede hacerlo si no andamos para Su gloria. ¿Cómo puede él usarnos si hay entre nosotros disensiones y contiendas, o si andamos en la carne y conforme al mundo? Por lo cual dice: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Efesios 5:14).