Es probable que nuestro corresponsal encuentre dificultad para entender el verdadero alcance de la palabra perfecto. Creemos que se refiere al tiempo en que Pablo –juntamente con todos los verdaderos creyentes– seremos hechos (cuerpo, alma y espíritu) conforme a la gloriosa imagen de Cristo.
La palabra “perfecto” es usada de varias maneras en el Nuevo Testamento. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Por el contexto vemos que aquí se trata del principio de nuestras relaciones con los demás. Tendríamos que tener con los hombres un trato semejante al que adopta nuestro Padre con ellos. Él es misericordioso para con todos, y así hemos de ser nosotros. Esto es ser “perfectos” en Mateo 5: 48; el pasaje paralelo de Lucas 6:36 lo prueba.
Otro ejemplo: “Mas en verdad hablamos sabiduría entre los perfectos” (1 Corintios 2:6, V.M.). Aquí la Palabra alude a los “espirituales” en contraste con los “carnales”.
En otro pasaje leemos: “Perfecto, en cuanto a la conciencia” (Hebreos 9:9). La sangre de Cristo crea una perfecta conciencia. No podía hacer menos. La condición de la conciencia está en relación con la dignidad del sacrificio. Es un asunto de inmenso valor.
Asimismo leemos en Filipenses 3:15: “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos”. Aquí vemos que se refiere a aquellos que tienen a Cristo como el único objeto de sus miradas, quienes a semejanza del apóstol Pablo pueden decir: “Una cosa hago”. Según este pasaje, la perfección consiste aquí en tener el ojo sencillo. Tener la conciencia limpia y el ojo sencillo; he aquí dos perfecciones distintas de la vida cristiana. ¡Que Dios nos conceda gozar de ambas!
Confiamos en que nuestro corresponsal saque provecho de un cuidadoso cotejo de los pasajes arriba citados. Verá que el sentido de la palabra “perfecto” en Filipenses 3:12 es muy distinto, y que se refiere a la perfección en gloria. El creyente tendría que gozar la perfección de una conciencia purificada, la perfección de un espíritu misericordioso para con todos los hombres, la perfección de una mente espiritual, la perfección de un ojo sencillo. Y mientras gocemos de todas aquellas perfecciones, tendríamos que cultivar la esperanza de ser perfectos en la gloria.