Bosquejo de Romanos

Romanos

Como es sabido, hay dos secciones distintas en la parte doctrinal de la epístola a los Romanos.

LA PRIMERA termina en el versículo 11 del capítulo 5. Presenta LOS pecados, los frutos del árbol malo; aquí se trata de nuestros actos, de lo que hemos hecho: los pecados… las iniquidades… nuestros delitos. Esta parte habla, pues, de la culpa y de la gracia que quita la culpa por medio de la muerte y la sangre de Jesucristo. Dios se ocupa de nuestros pecados: “Por cuanto todos pecaron…” (cap. 3:23). Vemos el resultado de una obra hecha a favor nuestro y fuera de nosotros, como consecuencia del amor de Dios.        

Cristo fue entregado por nuestros delitos y pecados, y resucitado para nuestra justificación; por lo cual, siendo justificados sobre el principio de la fe, tenemos paz para con Dios. Los primeros once versículos del capítulo 5 nos describen la felicidad consciente del creyente, derivada de la obra cumplida a favor nuestro; asimismo, en amor, nos revelan a Dios conocido por medio de esa obra; pero aquí no hay nada que esté ligado a nuestra experiencia. Por primera vez se menciona al Espíritu Santo; por medio de él, “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (v. 5). En esta primera parte no vemos, como en la segunda, la manera de obrar del Espíritu, aunque, por cierto, obra en nosotros al sernos otorgado.

LA SEGUNDA parte va desde el versículo 12 del capítulo 5 hasta el final del capítulo 8. Revela EL pecado: el árbol mismo de donde proceden los pecados o malos frutos descritos anteriormente; aquí se trata de nuestra naturaleza, del viejo hombre, de lo que somos; la expresión “el pecado” (en singular) se repite 37 veces en esta sección.

Esta segunda parte trata, pues, de nuestro estado como hombre en la carne, y luego como estando en Cristo o en el Espíritu. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (v. 19). Aquí no se trata del perdón de los pecados, sino de nuestra muerte al pecado estando muertos con Cristo. Todo cuanto se desarrolla en esta sección es una experiencia relacionada con el «yo»: es algo práctico, a diferencia de la primera parte. Aquí también vemos la manera de obrar del Espíritu Santo y lo que produce en nosotros. En esta parte nos vemos ubicados ante Dios en un nuevo estado y en una nueva posición en el “postrer” hombre, Cristo Jesús.

En el capítulo 6 tenemos una exposición de la doctrina; el capítulo 8 expone nuestro estado como resultado: estamos en Cristo, y Cristo está en nosotros; somos herederos de la gloria, y mientras tanto padecemos con Cristo en esta tierra. El capítulo 7 nos revela la acción de la ley, por medio de la cual llegamos a conocernos a nosotros mismos, a fin de que, moralmente, aceptemos tener a Cristo en lugar nuestro.

Esta segunda parte no se refiere a Cristo muriendo por nuestros pecados, sino a nuestra muerte con Cristo, posición que debemos realizar o hacer evidente.

Escudriñemos estas cosas en la Palabra de Dios. Son muy útiles para la liberación de las almas. Relacionar la primera parte con la segunda, como continuación de la misma, constituye un error.

En la primera parte se trata de los pecados de cada uno, por los cuales recibimos EL PERDÓN; en la segunda se trata de la naturaleza, del pecado de uno solo: aquí no somos perdonados, sino LIBERADOS.