Habiendo analizado lo que es el bautismo con el Espíritu Santo, volvamos al capítulo 2 de los Hechos. Los judíos acusaron a los apóstoles de estar borrachos. El apóstol Pedro les contesta que no están borrachos, que eso es lo que dijo el profeta Joel. Joel profetizó un derramamiento (o bautismo) del Espíritu Santo sobre la nación de Israel. Ese pasaje profético era bien conocido de todos los judíos. Pedro les dice que no se maravillen de lo que ven y oyen porque una cosa igual que esa fue lo que dijo Joel que ocurrirá a la nación en los postreros días.
El día de Pentecostés la nación no fue bautizada con el Espíritu Santo, porque aunque se le ofreció una nueva oportunidad de aceptar a Cristo, le rechazó otra vez. Solo los creyentes fueron bautizados en un cuerpo. Por eso Pedro no dice que aquello era el cumplimiento de la profecía de Joel, sino que aquello era lo que dijo Joel. Este era también un bautismo con el Espíritu Santo, pero limitado. En vez de ser una nación bautizada, eran creyentes disgregados, bautizados en un cuerpo. Un acontecimiento puede estar dentro del radio de una profecía, pero no ser el cumplimiento de esa profecía, y este es uno de esos acontecimientos. El bautismo nacional de Israel con el Espíritu Santo ocurrirá en el milenio.
El auditorio de Pedro aquel día se componía de judíos, y los creyentes hasta entonces eran todos judíos, pues los primeros gentiles que entraron en el cuerpo fueron Cornelio y su casa. Léase toda la profecía en el libro de Joel y léase la cita que hace el apóstol en Hechos 2 y véase dónde se detiene. El apóstol es guiado por el Espíritu Santo en cuanto al libro de donde debía citar y en cuanto hasta donde debía llegar la cita.
Muchos pasajes en otros distintos profetas predicen el bautismo nacional de Israel con el Espíritu Santo, pero el apóstol es guiado por el Espíritu a citar a Joel, porque este profeta es el único que predice que el bautismo de Israel con el Espíritu Santo se extenderá también a los gentiles salvos en el milenio. Aunque el apóstol no lo sabía, el Espíritu que hablaba por él sabía que los creyentes de entre los gentiles también serían añadidos al cuerpo que acababa de formarse por el bautismo del Espíritu Santo. El apóstol se detiene en su cita en la declaración general que es verdad en todas las dispensaciones: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (v. 21). Los prodigios en el cielo y las señales en la tierra no se cumplieron el día de Pentecostés; se cumplirán en el futuro, después que esta dispensación haya tocado a su fin con el arrebatamiento de la Iglesia, cuando Dios vuelve a tratar con Israel nacionalmente en el milenio.
El día de Pentecostés ocurrió un acontecimiento igual al predicho por Joel, pero no se cumplió la profecía de Joel. Si se hubiese cumplido, Israel hubiera sido bautizado nacionalmente con el Espíritu Santo, y las señales y los prodigios en el cielo allí predichos se habrían cumplido también.
Es muy importante entender y conocer la naturaleza de lo que sucedió el día de Pentecostés. Dice que a los discípulos reunidos les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentaron sobre cada uno de ellos. Hay quienes interpretan esto en el sentido de que los discípulos gritaron, vociferaron, hablaron una jerigonza, y las lenguas como de fuegos aquí mencionados las asocian con el bautismo de fuego, y piensan que la violencia devoradora del fuego literal debe poseer el ser de ellos al dar rienda al ímpetu histérico que caracteriza sus reuniones.
Ya sabemos qué es el bautismo de fuego. Es el juicio de Dios en el futuro. Las lenguas que hablaron los apóstoles el día de Pentecostés, el pasaje nos dice que fueron los distintos idiomas extranjeros en que nacieron los judíos que de distintas naciones habían ido a celebrar la fiesta a Jerusalén. A los apóstoles les fueron repartidas lenguas cómo de fuego, lenguaje metafórico es este que no es que fueran lenguas de fuego literal. Las lenguas como de fuego es la definición retórica del efecto judicial (recuérdese que el fuego es símbolo de juicio en toda la Biblia) de la palabra que ellos predicaban, en los corazones de los que los oían.
También invocan al profeta Joel, en el pasaje citado por Pedro, para justificar que las mujeres hablen en la congregación y hasta ocupen un lugar más prominente que los varones en el ministerio de la Palabra. Ya sabemos que Joel habla para Israel en el futuro. La Palabra de Dios no puede contradecirse y ella nos declara enfáticamente que la mujer debe guardar silencio en la congregación (1 Corintios 14:34-35). A los que dicen que esto lo dijo Pablo y no el Señor, les invitamos a leer el versículo 37. A los que quieren barajar y enmendar a su gusto la Palabra de Dios, les invitamos a considerar el versículo 36. A los que quieren ignorar por completo la Palabra, les invitamos a meditar sobre el versículo 38 y en cuanto al orden que se debe observar en la congregación, les invitamos a leer todo el capítulo y especialmente el versículo 40. La Iglesia de Dios y su orden espiritual es una cosa, y la nación de Israel para quien habla Joel es otra.