La gloriosa esperanza de la Iglesia del Señor es la que su bendito Señor volverá, para llevar a los Suyos a la Casa del Padre, como él lo ha prometido personalmente (Juan 14:3). Dentro de poco tiempo él vendrá “con voz de mando”, o sea con Su voz vivificante, la cual resucitará también a “los que duermen”, para que estén con él. Además, la Biblia nos dice que él vendrá con la “trompeta de Dios”; él va a reunir Su pueblo de entre todas las naciones en la tierra para “arrebatarlo en las nubes al aire”. No se quedará ninguno atrás de los que habían sido lavados de sus pecados con Su sangre preciosa; ¡cómo el Señor podría dejar a uno de Sus amados! Todos estarán para siempre con él. El cuerpo de la humillación será transformado para ser semejante al cuerpo de la gloria suya, para hacernos aptos para ver Su gloria. Así Cristo presentará a Dios y a sí mismo, su amada Iglesia que no tendrá mancha ni arruga ni cosa semejante. Para siempre ella será el objeto de su amor ilimitado. Además, el Señor, cuando venga más tarde para el juicio y para el establecimiento de Su reino, presentará a Su esposa al mundo como la que El ha amado (Colosenses 3:4). ¿Qué, pues, podría esperar la Iglesia más impacientemente que a su Esposo (Apocalipsis 22:17)? ¡Qué esperanza tan gloriosa! (Véase también: 1 Corintios 15:51-58; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Filipenses 3:20-21; 1 Juan 3:2).