La importancia de la doctrina

Debe ser evidente a todo cristiano que reflexiona, la gran necesidad de mantener la pureza de doctrina.

La renuncia de todo rasgo distintivo de la verdad por parte de los que pretenden guiar en la cristiandad, los ataques sutiles por parte del enemigo contra la verdad acerca de la Persona de Cristo, el hacer caso omiso del Espíritu Santo, la denegación, de la autoridad de las Sagradas Escrituras, como la Palabra de Dios, todo esto señala que el aguaje de la apostasía empieza a extenderse sobre todo aquello que profesa el nombre de Cristo. De ahí la necesidad imperiosa de mantener la doctrina en su pureza. El apóstol Pablo insiste en la importancia de la sana doctrina, en la segunda epístola a Timoteo.

La doctrina puede compararse a las orillas de un río; para que haya una corriente suave en el centro, es necesario guardar intactas las orillas.

Moisés dice en Deuteronomio 32:2: “Goteará como la lluvia, mi enseñanza (doctrina); destilará corno el rocío mi razonamiento”. Cuán importante es que nuestra doctrina gotee como la lluvia, trayendo refrigerio a la herencia de Dios, y fecundidad a Su tierra.

Hay la tendencia, por parte de algunos, de despreciar la doctrina, pero es evidente que para Moisés era de mucha importancia, y él hizo ver su gran valor para el pueblo de Dios cuando estaban para entrar en la tierra del propósito de Dios.

Dice Salomón en Proverbios 4:1-2: “Oíd, hijos, la enseñanza (doctrina) de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura, porque doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley”. La doctrina de Salomón se caracteriza por el amor paternal y los anhelos de su corazón hacia su hijo; y él quería inculcar en las mentes de los jóvenes el gran valor de la buena doctrina.

En manera preeminente el Señor Jesús menciona la doctrina. “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Él que quiera hacer la voluntad de Dios conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16-17). Era la doctrina del Padre y si nosotros queremos conocerla, seremos probados para poner de manifiesto si estamos dispuestos a hacer la voluntad del Padre.

Finalmente, Pablo, escribiendo a su hijo Timoteo dice:

Pero tú has seguido mi doctrina conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, etc.
(2 Timoteo 3:10).

¡Cuánto abarca esto! En pocas palabras podemos decir que la doctrina de Pablo desarrolla todo lo que significa el don del Espíritu Santo.

Que todos apreciemos la doctrina cristiana procurando mantener su pureza en medio de las corrupciones que abundan.