Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana
(Apocalipsis 22:16).
El Señor Jesús está hablando desde el cielo. El título de este artículo es el último testimonio de nuestro Señor Jesús acerca de sí mismo dado en el último libro de la Biblia; y con este testimonio se une la inspiración y el aliento de nuestras más brillantes esperanzas. Estemos aquí muchos años, o no, pero mientras dure nuestra peregrinación, podemos sobrellevar todo y ser bendecidos con esta esperanza bienaventurada. Esta esperanza de la venida del Señor, entendida y apropiada, alentará nuestro corazón, le dará fuerza y firmeza y lo pondrá por encima de las cosas que puedan suceder: Desilusiones, desengaños, problemas y perplejidades. El título mismo es un anuncio, al cual se le da una respuesta, seguida por un complemento tan necesario como bendito.
- El anuncio: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. El que así habla nos ha declarado antes quien es: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las Iglesias”. Ese fue el nombre de él en su humillación. “Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Para Israel, su pueblo terrenal, nuestro bendito Salvador es “la raíz de David”, pero para su pueblo celestial, la Iglesia es “la estrella resplandeciente de la mañana”. Es la esperanza de los dos. Para Israel es a la vez el Señor de David y su Hijo (Mateo 22:44-45) –“raíz y linaje”. Para la Iglesia es el Heraldo del día que ya viene, “la estrella resplandeciente de la mañana”. Todas las promesas hechas a David serán cumplidas en él– “un trono y un reino” (2 Samuel 7:12,16; Lucas 1:32-33). Cuando venga para reinar con poder y gran gloria al fin de la edad. En él también se cumplirán las promesas hechas a la Iglesia, de ser “coherederos y de reinar con él” (Romanos 8:17; Apocalipsis 3:21), cuando venga a trasladar a sus santos que le esperan “para recibirle en el aire” al finalizar esta era cristiana. Su venida a Israel será en el amanecer del glorioso día del milenio, la “salida del sol” (Malaquías 4:2). Su venida por su Iglesia será precisamente antes del alba de aquel día, así como la estrella de la mañana brilla y resplandece por el oriente en medio de las tinieblas de la noche.
Estamos ahora en “días oscuros”. Mucho de lo que ha pasado y está pasando está calculado para infundirnos temor. Aun están por venir los días más tenebrosos de la Gran Tribulación profetizada por el Señor (Mateo 24:21). Pero habrá una mañana brillante y gloriosa, y el anuncio “Yo soy la estrella resplandeciente de la mañana” es de grato consuelo. El Señor llevará a los suyos antes que venga “la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo” (Apocalipsis 3:10) y mientras tanto, a los que le esperan, el Señor nos dice: “le dará la estrella de la mañana” (Apocalipsis 2:28).
- La respuesta: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven”. Estas palabras siguen el anuncio, de modo que, luego que él se titula a sí mismo “la estrella de la mañana”, hay una respuesta de la tierra, una respuesta hecha al Señor, dirigida a él por el Espíritu Santo y por la Iglesia que es su Esposa. Los dos ansían su presencia y le dan una fiel bienvenida en la sola palabra: ¡Ven! Es la voz del Espíritu en el corazón del creyente que le inspira a mirar a lo alto con gozosa expectación, y a clamar: ¡Ven! Por tres veces en este capítulo el Señor Jesús dice: “Vengo en breve”. La Esposa puede dar una sola respuesta del corazón: “Amén; si ven, Señor Jesús”. Es la última oración de la Biblia, ligada con la última promesa, “ciertamente vengo en breve”. Es de gran significado que la voz del Espíritu se oye hoy por el mundo entero en los corazones de los amados hijos de Dios, y se cambia en un clamor intenso, pidiéndole que venga. Jamás en los tiempos pasados hubo tantos creyentes movidos por el Espíritu Santo a pedir al Señor con sinceridad que venga. Esto es en sí una indicación de la proximidad de este evento feliz. Y se hallan también los que oyen tales palabras resonar y se les invita para que ellos también digan: ¡Ven! Así hay millares que pueden cantar:
“Muy pronto, sí Jesús vendrá
Y alegre lo verá su pueblo”.
El viene presto. ¡Cantad así!
- El complemento: “Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Es la última invitación que se da en la Biblia a los que tienen el deseo y la voluntad; una invitación para que entren en posesión de lo que el Señor llama muchas veces: “el agua de la vida”. Es de veras un mensaje del Evangelio. Una vez más el Amado Salvador ofrece “el agua de vida en balde” a todos los que quieren tomarla. Lo sencillo del mensaje es lo que atrae –“que tome”– no que trabaje por esa agua, sino que la tome de balde. No es que ore, sino que la tome. Es una dádiva. “la dádiva de Dios es vida eterna”. Se ofrece a todo el que quiere tomarla. La mano de la fe en Él que fue crucificado en el Calvario y llevó nuestros pecados en su propio cuerpo en el madero; es la mano que se afianza de Él que ofrece dar el agua de la vida. Y es de balde – gratuitamente. Nada te cuesta a ti, aunque a él le costó todo.
Que la luz de “la estrella resplandeciente de la mañana” envié sus alegres rayos sobre nosotros en estos días de creciente oscuridad en que vivimos, y que nuestros corazones se llenen de la gozosa esperanza para que podamos ser de bendición a otros, y guiar a muchos al conocimiento de Aquel que pronto viene.