Vivir de esperanza

Esperanza: Palabra consoladora en un mundo desolado. Palabra que nos liga a un futuro que se desea mejor que el presente. Pero si el futuro es cada día más inseguro, no es nada asombroso que esta palabra haya tomado un sentido cada día más vago en nuestro lenguaje. Sí, mientras más sombríos es el porvenir, más falso es el sonido de esta palabra. Esperar algo significa, en el lenguaje corriente, que en realidad no es nada seguro. “Tenemos que vivir de esperanza” es a menudo la conclusión desilusionada de los que justamente han cesado de esperar.

¿Qué espera usted?

Sin duda, usted hablará de justicia social, de paz entre las naciones, de progreso en las luchas contra la violencia, la polución, le enfermedad. Tales son las esperanzas que sostienen la mayoría de las acciones generosas y de las empresas humanitarias.

Tal vez nos hablará de sus esperanzas personales de salud, de éxito familiar o profesional. Cada uno siente la necesidad de esperar algo o de llegar a algo: Las vacaciones, el retiro “días mejores” … “esto sostiene el animo”, como se dice. Y luego llega la decepción: Lo improviso, un cálculo equivocado, un fracaso, o la muerte que arruina de repente los planes mejor preparados.

Insatisfacción

Todas esas esperanzas comprueban la falta de lo deseado, confirman que el hombre es incapaz de asegurar su mañana, que no puede resolver todos sus problemas.

Consciente de que su futuro está hecho de ilusiones y su pasado de desilusiones, cada uno sigue, sin embargo, usando y abusando de esta palabra a la vez mágica y hueca: Esperanza. Los psicólogos le dirán que esto es lo que hace la resistencia del hombre, y que la esperanza tiene un efecto estimulante; basta pensar por contraste en los alcances de la palabra desesperanza y en sus consecuencias a menudo trágicas.

No vacilamos en contradecir esta idea generalmente aceptada y a afirmar esto: Está bien que un hombre cese de engañarse a sí mismo, que pierda definitivamente toda confianza en sí y en sus semejantes. Porque entonces está preparado para aceptar lo que Dios quiere darle en lugar de eso:

La esperanza cristiana

En el lenguaje, el de la Biblia, la palabra esperanza tiene un sentido muy diferente. Primero porque es Dios quien la usa y que es imposible que él nos engañe. El mismo se designa como el “Dios de esperanza” (Romanos 15:13).

La esperanza cristiana no está manchada por ninguna incertidumbre. Solo ella es segura porque se apoya sobre las promesas de Dios, está ligada a un futuro conocido. Es lo que las Escrituras llaman esperar perfectamente. “Esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1 Pedro 1:13).

Y luego, al contrario de las ilusiones del corazón humano, la esperanza cristiana proclama que aquel que la posee está satisfecho por ella: Por fin tiene un objeto, una razón de vivir.

¿Cuál es su objeto?

No podemos más que enumerar algunas de las promesas de Dios a las cuales está ligada la esperanza cristiana:

  • La vida eterna que se obtiene por la fe en Jesús el Salvador, muerto en la cruz para expiar nuestros pecados (Tito 1:2).
  • El retorno del Señor Jesús para arrebatar su Iglesia, compuesta de todos los que le pertenecen realmente por la fe, sea cual fuere el círculo cristiano al que pertenezcan (Filipenses 3:20).
  • La herencia celeste de la cual gozan con Cristo todos los que habrán creído en él (1 Pedro 1:4).
  • Su gloria a la cual asociará a los suyos (Romanos 5:2).

Pero el gran objeto de la esperanza cristiana es la Persona misma en la cual se resumen todas estas bendiciones, aquel que la Biblia llama: “Jesucristo, nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1). El verle, estar con él, colmará todos los deseos de los que le pertenecen.

¿Cuál es su efecto?

La esperanza del cristiano le permite afrontar las pruebas de la vida, encararse a la muerte y lo que le sigue, no afligirse de la misma manera que los que no tienen esperanza. El cristiano espera “aquella esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad…” (Tito 2:13-14).

Y adora:

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia que nos hizo renacer para una esperanza, por la resurrección de Jesucristo de los muertos
(1 Pedro 1:3).

Permítanos repetir nuestra pregunta: ¡Qué espera usted?