La cena del Señor

La cena el Señor ocupa un lugar importante en la vida del creyente. Se refiere a ella en los tres evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mateo 26:26-28; Marcos 14:22-24; Lucas 22:19-20). Lucas es el único de los tres que tiene las palabras, “Haced esto en memoria de mí”. La cena a que se refiere en Juan no es la cena del Señor, sino la cena pascual.

El apóstol Pablo habla de la cena en los capítulos 10 y 11 de la primera epístola a los Corintios. En el capitulo 10 se refiere a la comunión colectiva. La primera base de tal comunión es que seamos salvos. Esto es por la sangre del Señor, por el cual tenemos el perdón de los pecados (Colosenses 1:14). Así es que se habla de la copa primero. “La copa de bendición que bendecimos, ¿No es la comunión de la sangre de Cristo?” (v. 16).

La segunda base de la comunión colectiva es que hay un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, del cual somos todos miembros (1 Corintios 12:12-13). El pan, antes de ser fraccionado, es el símbolo de este cuerpo. “el pan que partimos, ¿No es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. (v. 16-17).

El pasaje sigue mostrando que como en Israel, los que comían de los sacrificios eran participes del altar judaico, así los que comían de los sacrificios ofrecidos a los ídolos participaban de la comunión con los demonios. Todo esto nos hace ver que la Mesa del Señor es una Mesa separada de todo lo que no glorifica al Señor. La Mesa del Señor representa la comunión del cuerpo de Cristo; el altar del judaísmo la comunión de la nación israelita y el altar idolátrico la comunión de los demonios. El uno no puede ser mezclado con el otro.

Pasando ahora al capitulo 11, se ve expuesto primeramente el lugar que deben ocupar respectivamente el varón y la mujer en la Asamblea de Dios. Esto es testificado por cosas aparentemente insignificante (aunque no lo son), como si el cabello debe ser corto o largo, o si la cabeza debe ser cubierta o descubierta en la oración y en la Asamblea en general. “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo” (v. 2).

Desde el versículo 23 se trata de la cena misma, la revelación de la cual el apóstol Pablo recibió del Señor. Añadido a la que dice Lucas. “Haced esto en memoria de mí”. Leemos las siguientes palabras: “Todas las veces que comieres este pan, y bebieres esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. Sigue hablando además de la responsabilidad de tomar la cena del Señor indignamente.

El capítulo 10 trata de dónde se debe tomar la cena, mientras que el capítulo 11 nos habla de cómo se la debe tomar. Aquí vemos cinco puntos importantes en relación con la cena:

  1. Es un acto de obediencia – “Haced esto…”. si le amamos al Señor, deseamos hacer lo que nos pide. “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23).
  2. Es un acto recordatorio – “… en memoria de mí”. Recordamos al que murió por nosotros. “porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Apocalipsis 5:9).
  3. Es un testimonio – “La muerte del Señor anunciáis”. La palabra “anunciar” en el idioma original quiere decir “proclamar”. Al participar de la cena, proclamamos por tal acto la muerte del Señor.
  4. Es una esperanza – “hasta que él venga”. Cada vez que participamos de la cena, miramos adelante hasta la venida el Señor para llevar a los suyos a su presencia, según su promesa: “vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3; véase también 1 Tesalonicenses 4:16-17).
  5. Es una responsabilidad – “pruébese cada uno a si mismo”. La expresión “probar” aquí quiere decir “examinar”. Esto debemos hacer diariamente, para no acercarnos a la cena el domingo descuidadamente.

Además, las acciones de gracias al recordar al Señor, nos llevan a la adoración, dándole “el fruto de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13:15). “Sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).