El Señor había anunciado otrora a sus acusadores: “Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (cap. 1:7; Mateo 26:64; 24:30). Aquí está ese Hijo del hombre sentado sobre una nube blanca. Otrora coronado de espinas, ahora lleva una corona de oro; en lugar de una caña, tiene una hoz aguda. Aquel a quien los hombres juzgaban se ha convertido en su Juez. Y por este motivo Él ordena la gran “mies de la tierra”, seguida por la terrible vendimia, ambas anunciadas desde hace tanto tiempo (por ejemplo: Joel 3:13; Mateo 13:30, 39).
Una última serie de juicios (las copas) empieza con el capítulo 15. Pero una vez más, los santos que deberán atravesarlos son vistos primeramente en un estado de seguridad (v. 2-4). Después de ello, los siete ángeles encargados de la ejecución de las plagas salen del templo y reciben siete copas llenas de la ira de Dios (comp. Jeremías 25:15). Queridos amigos creyentes, este mundo que va a ser herido es el mismo al que Dios amó de tal manera que dio a su Hijo unigénito. Los ángeles destructores aún no han recibido su terrible misión. En tanto, la que nos incumbe a nosotros es muy distinta: proclamar la divina gracia (2 Corintios 5:20).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"