Después de un paréntesis que nos ha presentado la trinidad del mal, a saber, el dragón (cap. 12), y las dos bestias (cap. 13), las siete visiones del capítulo 14 se enlazan con la séptima trompeta aún no cumplida (cap. 11:15). Pero antes de intervenir respecto al mal, Dios reconoce y pone aparte un nuevo remanente de su pueblo. Estos testigos han resistido a la corrupción general. En contraste con las masas que llevan sobre sus frentes la marca de la bestia (cap. 13:16), el nombre del Cordero está escrito sobre las suyas (v. 1). ¿Llevamos sin vergüenza el nombre de nuestro Salvador? ¿Cualquiera que se encuentre a nuestro alrededor puede ver a quién pertenecemos?
Estos creyentes son
los que siguen al Cordero por dondequiera que va
(v. 4; comp. Juan 1:36-37).
Habiéndolo seguido en el oprobio y el sufrimiento, también serán sus compañeros en el Reino. Algunos morirán por fidelidad al Señor (comp. 12:11). Las palabras del versículo 13 los consuelan. Lejos de perder su parte en el reinado, son llamados “bienaventurados”. Y sus obras les siguen (notemos que ellas no los preceden; las obras nunca abren a nadie el acceso al cielo). Queridos amigos, nuestros privilegios cristianos son más elevados todavía. ¿Quisiéramos ser hallado menos fiel que esos testigos de los últimos días?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"