El séptimo sello se abre con una corta tregua. Mientras los ángeles se preparan para ejecutar los juicios, otro ángel (Cristo en persona) cumple las funciones de intercesor (v. 3). Como él mismo padeció, está en condiciones de identificarse con los creyentes que pasan por una prueba (Hebreos 2:18; 4:15). En aquellos tiempos apocalípticos Cristo intervendrá a favor de los fieles de la gran tribulación (los del cap. 7). Y, a su turno, los cristianos ya juntados en la gloria, después de haber conocido penas y fatigas en la tierra, se interesarán mucho más en las circunstancias de los creyentes que atravesarán ese terrible período. Serán sacerdotes con Cristo y presentarán a Dios esas copas de oro llenas de incienso que son las oraciones de los santos (cap. 5:8 final).
Precedidos por la intercesión, cada uno de los siete ángeles se dispone ahora a tocar su temible trompeta. La primera da la señal de un juicio repentino que alcanza a los poderosos de Occidente (los árboles) y a la prosperidad universal. La segunda corresponde a la irrupción de una gran potencia terrestre y anárquica en el imperio. La tercera y la cuarta provocan la caída y la apostasía de las autoridades responsables, hundiendo así a los hombres en las más profundas tinieblas morales.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"