“Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). Los capítulos precedentes nos mostraron lo que Israel había sembrado, de manera que la siniestra cosecha no debe sorprendernos. La última visión de Amós es, con mucho, la más terrible. Ve al Señor de pie sobre el altar, ordenando la matanza final. Nadie escapará. La trastornada huida de los culpables nos recuerda el Salmo 139 (comp. v. 2 con Salmo 139:8). Pero ese salmo cuenta esencialmente la experiencia de un creyente que huye de la luz. Aquí, al contrario, se trata de pecadores perseguidos con miras al juicio. Sin embargo, este último no constituye la conclusión del libro. A partir del versículo 8 aparece la gracia. De la criba por la cual pasó el pueblo fue echada toda la cascarilla, pero ningún grano se perdió (v. 9).
A su debido tiempo Dios mostrará que guardó a sus elegidos.
Los versículos 11 a 15 describen el restablecimiento y la bendición final. Entonces, todas las cosas serán sujetadas a Cristo.
Nosotros, como redimidos del Señor, no le encontraremos como Justiciero de pie sobre el altar según la visión de Amós. Le veremos coronado de gloria y de honra a la diestra de Dios (Hebreos 2:8-9). Y por la fe ya le contemplamos así.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"