Para negar la inspiración de la Biblia, los incrédulos hacen valer el número y la diversidad de los hombres que la escribieron. Pero ello es precisamente lo que la confirma. La perfecta concordancia de los testimonios de 40 escritores, los que se extienden por 1500 años, es un milagro indiscutible. Para preparar la ejecución de un edificio, un constructor se valdrá de varios ingenieros, dibujantes, técnicos… cada uno de los cuales contribuirá con sus aptitudes y cuidados. Esto no impedirá que la obra haya sido concebida por él, conducida según su plan y que lleve su nombre. Los siervos de quienes se sirvió Dios para redactar su Palabra son diferentes. Daniel era príncipe, Jeremías y Ezequiel sacerdotes, Amós un sencillo pastor (v. 1). Pero el divino llamado lo colocó entre “los santos hombres de Dios” que “hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (cap. 7:14-15; 2 Pedro 1:21). Su libro solo puede, pues, confirmar la perfecta armonía entre todas las partes de las Escrituras.
Amós empieza donde terminó la profecía de Joel
comp. v. 2 con Joel 3:16).
Este último habló de las naciones en su conjunto. Amós nombra sucesivamente a Siria, Felistía, Tiro, Edom, Amón (y Moab en el cap. 2) para declarar que cada uno de esos pueblos colmó ampliamente la medida de sus pecados.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"