El capítulo 45 termina impartiendo las instrucciones concernientes a la Pascua, primera de las tres grandes fiestas anuales (Deuteronomio 16). En el porvenir cada israelita podrá comprender su precioso significado y pensar en el Cordero de Dios cuya sangre lo puso a cubierto del juicio. La segunda fiesta, la de Pentecostés, no es mencionada aquí, y comprendemos por qué: concierne a la Iglesia, cuya parte es celestial y no tiene motivo para figurar en ese cuadro del reinado terrenal. En cambio, en el versículo 25 se trata de la tercera solemnidad, simplemente llamada “la fiesta”. Se trata de la concerniente a los Tabernáculos, pero aquí se habla muy poco de ella, ya que prefigura al milenio, el cual entonces habrá llegado.
El capítulo 46 fija las ceremonias del día de reposo y de la luna nueva, así como las obligaciones del príncipe con respecto a aquéllas.
La importancia y la precisión de esta visión profética quizá nos hayan sorprendido. Pero, repitámoslo, después de haber sido tan deshonrado en Israel, es justo que Dios se extienda con satisfacción sobre ese futuro culto mediante el cual, por fin, será glorificado en la tierra. Y quiere que nos regocijemos con él, aquellos que desde ahora le ofrecemos la alabanza como su pueblo celestial.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"