Jeremías, lo mismo que Isaías en sus capítulos 13 y siguientes, es llevado ahora a profetizar respecto de las naciones. La primera es precisamente Egipto, donde el pueblo creyó hallar refugio. Es la imagen de un mundo idólatra y por ello van a caer terribles juicios sobre él. Y nos acordamos de las declaraciones del Nuevo Testamento respecto de este mundo que pasa (1 Juan 2:17) y de la apariencia de este mundo que se pasa (1 Corintios 7:31).
El rey de Egipto es objeto de una comparación irónica y severa: “Faraón… llamadle ruido a destiempo” (v. 17, otra versión). Un ruido puede asustar por un instante, pero ¿qué hay de más fugaz e inútil? ¡Cuántos grandes –y no tan grandes– personajes de este mundo no son nada más que un “ruido” pasajero! Los diarios de esta semana les consagran unas columnas; dentro de un mes o un año se habrán hundido en el olvido.
Otras tristes palabras se agregan respecto de Faraón: como su lejano predecesor del Éxodo, quien había endurecido su corazón, ese hombre “dejó pasar el tiempo señalado” (comp. Juan 12:35). Queridos jóvenes lectores, este es un solemne pensamiento. ¡No dejen pasar el tiempo de convertirse, el tiempo de servir al Señor aquí abajo, el tiempo de responder a la invitación de Lucas 22:19!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"