Decir la verdad al mundo acerca de su estado expone en seguida a su odio. El profeta hace duramente esa experiencia. Las conspiraciones que hemos visto tramarse contra él en los capítulos 11:19 y 18:18 esta vez consiguen su propósito. Por disposición de Pasur se azota a Jeremías y se le tortura. ¿Quién era ese hombre? Uno de los príncipes de los sacerdotes (v. 1) y además, uno de esos profetas que profetizaban con mentira (v. 6; cap. 14:14), quien, a diferencia de Jeremías, gozaba de todo el favor del pueblo. A su turno, es necesario que ese hombre oiga una profecía con verdad pronunciada contra él.
Jeremías nos recuerda la exhortación de Santiago 5:10. Él es una figura del Señor Jesús. Está solo para proclamar la verdad, es odiado y azotado a causa de ella (y esto por uno de los sacerdotes), es objeto de escarnio y de oprobio, pero la Palabra de Dios está en él “como un fuego ardiente” (v. 9). Le constriñe el amor que siente por Jehová y por su pueblo. Pese a eso, ¡Jeremías queda lejos del perfecto Modelo! Expresa su amargura y, como Job (cap. 3), maldice el día de su nacimiento. La gracia para con sus enemigos no se ve en él.
Lector, permítanos una pregunta: ¿Ha sido usted realmente cautivado por el Señor? ¿Ha sido él el más fuerte? (v. 7; comp. Filipenses 3:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"