Jehová invita a Jeremías a volver a la casa del alfarero. Esta vez no se trata de mirarlo trabajar sino de comprarle una vasija. Después de eso, tomando consigo a algunos de los ancianos del pueblo, debe llevar esa vasija al valle del hijo de Hinom.
Ese vado de Hinom (del cual deriva la palabra «gehena»), llamado también Tofet (v. 6), era un lugar siniestro. En tiempos del rey Manasés se habían ofrecido allí sacrificios humanos a Baal (2 Crónicas 33:6; Jeremías 7:31). Por eso lo había profanado Josías (2 Reyes 23:10).
En ese lugar, testigo de sus horrorosos pecados, el pueblo debe oír terribles palabras al mismo tiempo que se quiebra esa vasija que lo representa. Luego, Jeremías va al templo y confirma la palabra de Jehová a oídos de toda Jerusalén. Pensemos en el valor que necesitó para condenar así públicamente la conducta del pueblo y anunciarle la irrevocable decisión divina respecto de él. Puede ocurrir que nos hallemos aislados en un ambiente hostil y que tengamos que dar testimonio mediante nuestros hechos y nuestras palabras. Pidámosle al Señor que nos dé el mismo denuedo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"