El versículo 3 del capítulo 5 nos mostró que Israel ni siquiera sentía los golpes que Jehová había tenido que darle. Aquí vemos cómo sus responsables se curan a sí mismos las heridas “con liviandad” y pretenden la paz que Dios no les podía dar (v. 11; cap. 6:14). Sin embargo, el “bálsamo de Galaad” (la gracia) estaba a su disposición al igual que el fiel Médico, quien sabía cómo aplicarlo (v. 22; comp. Mateo 9:12). En eso hay una lección para el creyente al que Dios disciplina. Si aceptamos las pruebas que la mano del Señor nos da, porque las considera necesarias, dejémosle también que él mismo vende las llagas que permitió (Job 5:18). No procuremos curarlas superficialmente por nuestros propios medios.
El profeta agrega en el versículo 12: “No se han avergonzado”, lo que es propio de una conciencia endurecida (Sofonías 3:5, al final). Ese pobre pueblo se caracteriza por una indiferencia total en cuanto al mal que cometió.
En el versículo 20 –el cual nos habla de siega terminada y de verano que se acaba– es de subrayar el hecho de que hay un tiempo favorable para ser salvo: hoy.
El Señor pronto va a juntar las espigas maduras de su gran siega de almas. Entonces el verano se acabará. ¡Qué terrible despertar para aquellos que deban decir: «Y nosotros no hemos sido salvos»!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"