Este capítulo 3 representa a Israel como una esposa infiel que olvidó los vínculos que la unen a Jehová, su Esposo. Y en ese camino de iniquidad, Judá fue todavía más lejos que las diez tribus de Israel, agregando a su infidelidad la perfidia: su traición se agravó con la hipocresía. Sin embargo, históricamente estamos aquí bajo el reinado del piadoso Josías. Pero el corazón del pueblo no siguió verdaderamente a su rey en el despertar cuya señal este había dado (véase v. 10; 2 Crónicas 34:33). Judá había fingido volverse a Jehová. Tal es su perfidia, peor a los ojos de Dios que el abandono puro y simple. ¡Cuán conmovedores son estos llamados:
Vuélvete… porque misericordioso soy yo… Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones!
(v. 12, 14, 22; cap. 4:1).
Pero en el versículo 22 ¡cuánto tiempo, cuántos siglos han transcurrido entre el llamado de Dios y la respuesta del pueblo, ya que Dios aguarda todavía esa respuesta de Israel!
“Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”, escribirá Pablo a los corintios (2 Corintios 11:2). Tal relación con el Señor implica corazones no compartidos. La Iglesia, esposa de Cristo, más privilegiada que Israel, es todavía más responsable de guardar sus afectos por Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"