Las iniquidades del pueblo constituyen una pantalla impenetrable entre Dios y él. Impiden a Dios aceptar algún servicio religioso. Pero, en el sentido inverso, Él no puede intervenir a favor de los suyos mientras este muro exista. Quizás es también la razón por la cual nuestras oraciones quedan a veces sin respuesta (Proverbios 15:8, 29).
La abrumadora lista de todos los pecados acumulados por el pueblo es puesta ante él en los versículos 3 a 8, a fin de ayudarle a tomar conciencia de ellos. Algunos son recordados en Romanos 3:10-18 para establecer indiscutiblemente la maldad de toda la raza humana.
En el versículo 9 son los fieles del remanente quienes toman la palabra. Reconocen con humillación la justicia del cuadro que acaba de ser expuesto. “Conocemos nuestros pecados” declaran ellos al agregar aún una lista de faltas a las que el profeta había enunciado (v. 12-15). En pocas palabras, ese remanente muestra hasta qué punto es “quebrantado y humilde de espíritu” (cap. 57:15). Por eso, según su promesa, Dios podrá ahora consolarle, “vivificarle” por su Espíritu y hacerle justicia por medio del Mesías, su Redentor y su Liberador, el cual también será el de las naciones (v. 20; Romanos 11:26).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"