Al estar cumplida la obra descrita en el capítulo 53, los creyentes están invitados a regocijarse y a cantar. El versículo 10 declaraba: “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje”. Jesús mismo lo confirmará: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). El capítulo 54 nos hace entrever esa rica cosecha. Se trata de Israel, simiente terrenal; pero el Nuevo Testamento habla también de los hijos de la familia celestial: “la Jerusalén de arriba” (véase Gálatas 4:26-27). Usted, que lee estos capítulos, ¿también es uno de esos “frutos” de la aflicción (o del trabajo) de Su alma?
Para acoger a sus hijos e hijas, se invita a Jerusalén, mucho tiempo viuda y estéril, a ensancharse y a extenderse; a causa de la obra cumplida en la cruz, Dios puede tener compasión de ella y reunirla. La ira ha sido “por un breve momento”, pero la misericordia será “eterna” (v. 7-8; Salmo 30:5).
“Todos tus hijos serán enseñados por Dios” promete el versículo 13, citado en Juan 6:45. La obra del Señor para con nosotros comprende dos grandes partes: Él ha llevado nuestras iniquidades y enseña la justicia a muchos (cap. 53:11). No olvidemos ese segundo lado y, si le hemos traído la carga de nuestros pecados, dejémonos ahora enseñar por Él. Así podremos llevar el fruto de la justicia para Su gloria (2 Corintios 9:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"