
El camino hacia la gloria
Nos diferenciamos de todas las demás criaturas vivientes que nos rodean en la tierra en que estamos, de forma más o menos consciente, bajo la acción de Dios. Éste es el carácter distintivo del hombre. El Dios creador de todas las cosas lo ha hecho a su imagen.

El creyente no puede perder su salvación
Satanás jamás deja descansar al creyente. Sin cesar está en actividad (Job 1:7; 2:2), acusando a los hermanos día y noche ante Dios (Apocalipsis 12:10), procurando hacerlos tropezar o bien intentando turbarlos. Desde el principio, sus medios para efectuar esta obra de destrucción son los mismos. Todavía hoy, con el fin de hacer vacilar la fe, siembra la duda en los corazones y siempre utiliza el “¿Conque Dios os ha dicho?” de Génesis 3:1.

La gran comisión
Cuando Dios, desde lo alto del Sinaí, proclamó las duras exigencias del pacto de obras, se dirigió exclusivamente a un solo pueblo y en un solo idioma; su voz fue oída solamente dentro de los estrechos límites del pueblo judío (Éxodo 20). Pero cuando Cristo resucitado envió sus mensajeros de salvación, les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15; compárese Lucas 3:6).

La obra de evangelización
«Necesitamos evangelistas; queremos evangelistas sinceros, fieles y de ancho corazón; hombres que conocen su trabajo, y que están decididos, por la gracia de Dios, a dedicarse con empeño a él, sin importar quién lo subestime. Dios ha dicho que los pies del evangelista son “hermosos” (Romanos 10:15). El cielo entero está interesado en la obra de evangelización; y nunca hemos conocido a un santo espiritual en la tierra que no estuviese interesado en esta obra... El evangelio de la gracia de Dios se dirige al hombre perdido, muerto en sus “delitos y pecados” (Efesios 2:1), y no hace ninguna diferencia entre judíos y gentiles.