¿Diezmar? o ¿no diezmar?

Lo que nos enseña la Biblia sobre el diezmo

Capítulo 4

Algo más importante que el sacrificio o la ofrenda

Por muy importantes que sean todos estos aspectos, existen por lo menos cinco cosas que agradan aún más al Señor que el sacrificio o la ofrenda.

1) La obediencia es más valiosa que el sacrificio o la ofrenda: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:22). Esto nos muestra, que si no somos obedientes como hijos de Dios, Dios no se complacerá en nuestras ofrendas. No podemos buscar el favor de Dios por medio de donativos u ofrendas. Lo que Él desea es un corazón quebrantado y conforme a su voluntad como dice el Salmo 51:17: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado”.

2) El amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo es más que el sacrificio o la ofrenda: “Uno es Dios, y no hay otro fuera de Él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Marcos 12:32-33). Recordemos también lo dicho en el capítulo que habla del amor: “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:3).

3) Vivir una vida justa o en justicia es más importante que el sacrificio o la ofrenda: “Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio” (Proverbios 21:3).

4) Tener misericordia cuenta más para Dios que el sacrificio o la ofrenda: El Señor mismo dijo: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (Mateo12:7). ¿Cómo no podríamos tener misericordia con otros, cuando hemos experimentado la gran misericordia que Dios nos ha mostrado? Por lo tanto, dar ofrenda a Dios sin tener misericordia de nuestro prójimo no agrada a Dios.

5) La reconciliación con nuestros hermanos en la fe es una condición previa para dar un presente o una ofrenda a Dios: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24). Dios habla en términos muy claros; si hay un desacuerdo entre otra persona y yo, la reconciliación entre nosotros dos es más importante que dar ofrendas. Esto debe resonar en nuestro corazón. El hecho de dar en la colecta de la iglesia estando yo en problemas con un hermano, anula el valor del donativo o de la ofrenda.

Dios es el dueño de todo, “porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados… Mío es el mundo y su plenitud” (Salmo 50:10, 12). Por lo tanto Dios no se complacerá en nuestra ofrenda si actuamos de manera incorrecta.

Lo que Dios requiere

Dios es un Dios de amor y así requiere el amor.
Dios es un Dios de misericordia,
entonces requiere la misericordia.
Dios es un Dios de justicia, entonces requiere la justicia.
Dios es un Dios de reconciliación,
entonces requiere la reconciliación.
Y, Dios busca la obediencia.

Para agradar a Dios, seamos obedientes. Entreguémonos a Él y démosle lo que Él ha puesto en nuestras manos, para su honra y gloria.

Resumen

Hemos visto que hay muchas necesidades que cubrir. Usted y yo podemos y debemos dar para ayudar a satisfacer estas necesidades. ¡Qué bendición y privilegio es poder participar en su obra de esta manera!

Pero no por obligación, como era el caso del diezmo. Esto nos sujetaría a la ley. Por lo tanto, no podemos dictar ningún porcentaje fijo para ofrendar.

Lo normal y lo que el Nuevo Testamento nos anima a hacer, al estar bajo la gracia, es: en primer lugar, entregarnos a nosotros mismos a Él, y luego, dar liberalmente de nuestros bienes con corazones puros (2 Corintios 9:7).

Sin embargo, debemos cuidarnos de no quitarle (robarle) a Dios lo que le corresponde. “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas” (Malaquías 3:8).

Hay que dar conforme Dios nos haya hecho prosperar a cada uno durante la semana, considerando el ejemplo de muchos que sacrificaron lo poco que tenían como los de Macedonia (2 Corintios 8:1-3).

Debemos dar conforme al deseo de un corazón lleno de amor, recordando el perfecto ejemplo puesto delante de nosotros. Dios nos dio a su Hijo y el Señor Jesús dio su vida por nosotros.

Lo que a Dios le complace

¿Realmente crees que Dios estableció una ley obligatoria, la cual exige un diezmo?

¿Realmente piensas que, hoy, en el tiempo de gracia, el diezmo del Antiguo Testamento es lo que a Dios le agrada?

¿Piensas que Dios se complace cuando nuestro motivo para ofrendar es el de recibir más de lo que hemos dado?

Las respuestas a estas preguntas son un resonante ¡No!

Lo que complace a Dios, y lo que Él desea, es la ofrenda voluntaria y abundante de nosotros mismos, es decir, nuestras propias vidas, incluyendo nuestros bienes e ingresos. Debemos dar con un motivo puro, de nuestros corazones llenos y rebosando de gratitud y amor al Señor, quien ha hecho todo por nosotros, y nos ha dado tanto, hasta su propia vida en una cruz.

Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos
(2 Corintios 8:9).

“Para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).