Capítulo 2
Algunos principios para guiarnos
1) Lo que sembremos es lo que cosecharemos. Es un principio de la propia naturaleza. Si yo siembro trigo, anticipo cosechar trigo. Si siembro muy pocas semillas, la cosecha será escasa, pero si siembro abundantemente, la cosecha tiene posibilidades de ser amplia. En las cosas espirituales es igual, lo cual incluye nuestras ofrendas al Señor. Si sembramos abundantemente, abundantemente cosecharemos:
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará
(2 Corintios 9:6).
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:7-10). Dios no es deudor de nadie. Sembrar de forma abundante con nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestras fuerzas para su obra y para su pueblo, nos traerá resultados generosos. Pero debemos recordar que hablamos de sembrar espiritualmente (incluso si estamos usando algún medio físico; por ejemplo: el dinero). Entonces nuestra recompensa será bendiciones espirituales en el futuro, y quizás hoy si el Señor así lo desea.
Pablo, en su carta a los creyentes en Filipos, escribió: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Filipenses 4:17). Pablo no estaba buscando un beneficio para sí mismo, sino fruto espiritual para los filipenses, por medio del regalo que él recibió de parte de ellos.
2) “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). El “dador alegre” es el creyente que da con gozo, voluntariamente, en amor, y no por obligación como dice 2 Corintios 8:1-4: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos”. Véase también 1 Corintios 13 que es la porción de las Escrituras que nos muestra lo que es el verdadero amor. Además el texto completo de 2 Corintios 9:7 dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad; porque Dios ama al dador alegre”.
3) El Señor busca un corazón recto. Si nuestros motivos están equivocados, el Señor nos recompensará de manera conforme a ellos. Los fariseos daban para ser vistos por los hombres, para tener cierta reputación y gloria de parte de los hombres, y eso es lo que recibieron. Véase Mateo 6. En contraste vemos la ofrenda de la viuda: “Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento” (Marcos 12:41-44). Ella hubiera podido dar solamente una blanca, pero por voluntad propia dio dos.
Nuestros corazones son muy perversos y a menudo no nos damos cuenta de los falsos motivos que tenemos, sean estos de orgullo, egoísmo o de ganancias personales de diversos tipos. ¡Que el Señor nos ayude a tener motivos puros!
Dar para el Señor y su pueblo no debe tener el motivo de recibir algo a cambio, sino ser un servicio aceptable con un corazón agradecido, el cual reconoce que “Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
4) El Señor busca nuestro corazón más que nuestro dinero, y nuestras vidas más que nuestros bienes. Dios dijo: “Dame, hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26). Él no nos dice: «Dame tu dinero». Cuando María ungió los pies del Señor con una libra de perfume de nardo puro de mucho precio, algunos de los discípulos la criticaron. Pero Jesús, conociendo los motivos de su corazón, la defendió y la alabó por su ofrenda (Juan 12:1-7). Ella había dado voluntariamente por amor a su Señor, una ofrenda de mucho precio. Sabía que no era un desperdicio, porque era para Su sepultura. Ella tenía un profundo aprecio del Señor.
5) Siempre debemos recordar que nuestros tratos son con el Señor mismo y no con los hombres; “porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).
Esto incluye nuestro servicio, nuestro tiempo, como también nuestros recursos económicos. Es un asunto entre nosotros y el Señor. Conociendo que tenemos una cita delante del tribunal de Cristo… “por tanto procuramos… serle agradables” (2 Corintios 5:9).
6) Dios no es deudor de nadie. Debemos recordar que Dios puede darnos mucho más de lo que nosotros le demos a Él. Cuando la reina de Sabá vino a Salomón, trajo gran cantidad de oro y otras riquezas que le regaló. Pero cuando ella regresó a su país, Salomón le dio más de lo que ella le había dado. Véase 2 Crónicas 9. Así sucede entre el Señor y nosotros.
Pablo explicó a los Corintios que si ellos daban alegremente, Dios era poderoso “para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra…” y que “el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (2 Corintios 9:8, 10-11). Leyendo con cuidado este pasaje vemos que los Corintios recibirían bendiciones no solamente materiales, sino también espirituales. Lo material no sería para sí mismos, sino para que ellos pudieran seguir siendo una bendición para otros. Así, tanto ellos como los demás, serían bendecidos y Dios sería alabado y honrado.
Muchos hoy en día dicen que si damos a Dios, Él nos devolverá múltiples veces y sobremanera. Se apoyan en versículos del Antiguo Testamento dándoles una falsa interpretación, por ejemplo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Qué triste es pensar en utilizar a Dios y la ofrenda para beneficio propio, con fines egoístas. Si las acciones de dar u ofrendar fuesen con motivos de recibir recompensa de Dios, la ofrenda se volvería un negocio, pero no lo es. Una vez más, ellos están aplicando citas del Antiguo Testamento que no tienen que ver con nosotros, hoy en día.