No hay que buscar en estos capítulos una historia continua de acontecimientos futuros. Estos son presentados, al contrario, como otras tantas visiones proyectadas, una por una, sobre la pantalla profética. Los mismos hechos, aislados o reagrupados, pueden aparecer varias veces bajo diferentes perspectivas. Así es como, por tercera vez, la radiante alba del reinado milenial se ofrece a nuestra admiración.
Después de la espantosa destrucción del asirio y de la del falso rey o Anticristo (cap. 30:31-33) se hace lugar al rey verdadero, Cristo, quien reinará con justicia. Precisamente, el acento está puesto ahora sobre esta justicia (cap. 32:16-17; 33:5, 15).
Entonces, con ojos que verán (cap. 32:3), los del pueblo que hayan podido salvarse contemplarán “al Rey en su hermosura”. Además, hallarán en él “un varón”, el cual será para ellos protección, reposo y vida del alma (cap. 32:2). Esas promesas dirigidas a Israel, ¡cuán preciosas son también para nuestros corazones, queridos hijos de Dios! Porque vivimos en el mismo mundo injusto y esperamos al mismo Señor. Es “el más hermoso de los hijos de los hombres” (Salmo 45:2). Subrayemos también el versículo 8 del capítulo 32 pensando en la nobleza moral que debía caracterizar la conducta de los que Dios hizo sentar con príncipes (1 Samuel 2:8).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"