Los lugares comunes que Zofar acaba de enunciar, como si Job fuese inferior a él en conocimiento, no hacen más que humillar y vejar a este. No solamente el pobre Job no ha sido el objeto de la misericordia que tenía derecho a esperar de sus amigos (cap. 6:14), sino que declara que ha llegado a ser objeto de su burla. Y agrega: “El justo y perfecto es escarnecido” (Job 12:4; véase también cap. 17:2; 21:3; 30:1; Salmo 35:15).
¡El Justo y Perfecto! No pensamos más en Job sino en Cristo y a los que, escarneciéndole, pasaban delante de su cruz meneando la cabeza y decían: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere” (Mateo 27:43). Dicho de otro modo: «Si Dios no le libera es, pues, la prueba de que no se complacía en Él y que, al contrario, mereció Su ira». (En el fondo, así es cómo los amigos de Job razonan respecto de él). “Nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” dirá el pueblo judío arrepentido cuando vuelva a Jesús su Salvador (Isaías 53:4). Sí, precisamente porque era el perfecto, Cristo conoció y sintió más que nadie la amargura de las acusaciones. Pero su confianza en su Dios y su entera sumisión no fueron quebrantadas (Salmo 56:5-6, 11).
¡Qué contraste con Job, quien no pudo soportar ni la burla, ni las falsas acusaciones y quien durante tres capítulos (del 12 al 14) va a hacerse el abogado de su “causa”! (cap. 13:18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"