No cabe la menor duda que muchos cristianos oran por aquello que ya poseen, sin reparar en ello. La Palabra de Dios nos enseña en numerosos pasajes que todos los creyentes poseen actualmente el Espíritu Santo (Juan 16:14-15; Romanos 5:5; 8:15; 1 Corintios 2:13); y no es muy inteligente orar por lo que ya se tiene. Lo que sí podemos anhelar, como cristianos, es conocer más y más el poder sin límite y el libre ministerio del Espíritu, más de su santa comunión, más de sus benditas revelaciones de Cristo (“tomará de lo mío, y os lo hará saber”) en nuestro corazón. Podemos anhelar ser llenos del Espíritu Santo de tal modo que no hagamos caso de la carne. Todo aquello lo entendemos muy bien y estamos conformes con esto. Pero la idea de orar para recibir el Espíritu como si uno no lo tuviera es sencillamente negar nuestra posición de cristianos. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).
Pero si alguien ora para recibir el Espíritu, es evidente que reconoce Su ausencia en él, o, en otras palabras, confiesa que no es un cristiano. ¡Que el Espíritu Santo nos de a conocer las cosas que nos son libremente dadas por Dios!