Introducción al estudio de las epístolas en el Nuevo Testamento

Bosquejo

La palabra “epístola”, que significa “carta”, sirve para designar no solo los 21 libros inspirados del Nuevo Testamento, sino también otros escritos, como la decisión de los apóstoles en Jerusalén (Hechos 15:22-30) y los mensajes a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis 2 y 3). En 2 Corintios 3:2-3 el apóstol Pablo dice a los creyentes:

Nuestras cartas (epístolas) sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo…

De estas 21 epístolas, 14 fueron redactadas por Pablo, incluyendo Hebreos, una por Santiago, dos por Pedro, tres por Juan, y una por Judas (hermano de Santiago). Son de muy diversa índole: unas son personales, como las llamadas «epístolas pastorales» a Timoteo, a Tito, y también la de Filemón, “a la señora elegida” y “a Gayo” (2 y 3 Juan). Otras van dirigidas a determinadas asambleas, como Romanos, Corintios, Efesios, etc. Una tercera parte está destinada a cierto grupo de creyentes (Hebreos) o de asambleas (Gálatas) o, por su alcance general, a todos los creyentes de aquel entonces; estas últimas son llamadas «epístolas universales», como son las de Santiago, Pedro, Judas y l Juan.

En cuanto al orden cronológico en que fueron escritas, bajo la dirección del Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16), es probable que la carta de Santiago sea una de las más antiguas. Nos presenta la vida moral (la vida de fe en la tierra) como genuina manifestación de nuestra fe hacia los hombres, y de modo particular de la fe práctica, tanto en Cristo como en Dios, respondiendo nuestras peticiones y nuestros deseos. A pesar de reconocer clara y distintamente la fe en Cristo y el hecho de que hemos sido engendrados por la poderosa gracia de Dios, por medio de su Palabra, dicha epístola sobresale muy poco de este primitivo nivel de la vida cristiana. Es necesario entender que la carta de Santiago está vinculada con cristianos que en aquel comienzo todavía estaban relacionados con el judaísmo, tal como lo vemos por ejemplo en Hechos 15. Es el último testimonio dado a Israel considerado como el pueblo de Dios, distinguiendo al mismo tiempo el remanente que tenía fe en Cristo, aunque todavía no estaba separado de la nación de Israel. Dicha epístola es un correctivo para una profesión de fe sin vida (cap. 2:14-26), y es muy valiosa a este respecto.

Pablo y Juan nos muestran nuestra posición enteramente nueva en Cristo, pero el gran objetivo del apóstol Juan es revelarnos al Padre en el Hijo, y así la vida por el Hijo en nosotros, mientras que los escritos de Pablo nos muestran al cristiano presentado a Dios en Cristo y revelándonos sus designios de gracia. Considerando únicamente las epístolas, solo Pablo habla de la Iglesia o Asamblea de Dios, con excepción de Pedro en su primera carta capítulo 2, que menciona la edificación con piedras vivas para formar un edificio aún no acabado; pero solo Pablo habla de la Iglesia como cuerpo de Cristo, y de su unidad.

La primera epístola de Pedro nos muestra, por otra parte, el gran desarrollo del Evangelio entre los judíos, y va destinada a los cristianos del pueblo de Israel en la dispersión.

Entre las epístolas de Pablo, apóstol de los gentiles, las primeras, redactadas alrededor del año 50, fueron dirigidas a los TESALONICENSES. En la primera de ellas tenemos la venida del Señor para bendición de los santos, y en la segunda para juicio de los infieles. La fecha de la carta a los GÁLATAS es más incierta, pero debió ser escrita de catorce a veinte años después de la conversión del apóstol, y tras haber trabajado algunos años en Asia Menor. Su principal objetivo es oponer la ley a las promesas, a la gracia y al Espíritu, no precisamente a la justicia, aunque se habla de ella. Va dirigida contra los judaizantes de todas las épocas; alguien la ha llamado el borrador de Romanos. Las dos cartas a los CORINTIOS –que tratan de los problemas y de la posición del creyente en la Asamblea–, así como ROMANOS –magna exposición del Evangelio de Dios–, fueron escritas en Efeso, Macedonia y Corinto, respectivamente, durante y después de su larga estancia de tres años y medio en la ciudad de Diana (Hechos 19 y sig.). EFESIOS, FILIPENSES, COLOSENSES y FILEMON fueron escritas mientras el apóstol estaba cautivo en Roma. 1 TIMOTEO fue redactada con motivo de la salida de Pablo de Efeso. Es paralela a la de TITO, relacionada esta con un viaje que el apóstol realizó en Creta (unos piensan que fue durante su estancia en Efeso, otros que fue después de su primera cautividad en Roma). 2 TIMOTEO es el último escrito del apóstol cuando esperaba el martirio. El orden moral es muy claro; se nota por la manera en que 2 Timoteo se refiere a la ruina de la casa de Dios, cuyo orden establecía la primera carta al mismo discípulo (cap. 3:15).

Al estudiar detenidamente las epístolas, fácilmente descubrimos diferentes grados de crecimiento en el conocimiento y en la gracia de Dios en las iglesias apostólicas (véase 2 Pedro 3:18; Hebreos 5:12-l4; etc.).

En este aspecto la iglesia de Efeso, por ejemplo, está por encima de la de Corinto. En las epístolas a los corintios el apóstol tuvo que tratar la corrupción introducida por varios errores y abusos, no pudiendo suministrar a los discípulos la vianda firme de la Palabra. Ellos eran “carnales”, “niños en Cristo”; no les habla de aquella sabiduría oculta” que había guardado para los “perfectos” (1 Corintios 2:6-7; 3:3).

Pero, en cambio, al escribir a Efeso, da libre curso a las revelaciones; no teniendo que detenerse para corregir errores y abusos, podía ir adelante, nutriendo de sabiduría y conocimiento a la iglesia, revelándole el “misterio”, la “sabiduría oculta”, de la cual no había podido hablar a los santos en Corinto (Efesios 3).

Las demás iglesias que estaban al cuidado del apóstol Pablo ocupaban un lugar intermedio entre Corinto y Efeso; es decir, no merecían tantas reprensiones como aquella, pero tampoco estaban exentas de todo reproche como esta. Así vemos en las epístolas a las demás iglesias la obra combinada de «alimentar» y «limpiar» las lámparas del Testimonio.

Hablando de las últimas epístolas, es decir, de aquellas que fueron redactadas hacia el final del tiempo apostólico, HEBREOS considera a los santos en la tierra como perfectos por haber aceptado la obra de Cristo, pero andando también en debilidad por este mundo. De aquí el lugar prominente que ocupa la obra sacerdotal de Cristo. Esta epístola fue escrita en una época relativamente tardía; en vista del juicio que se cernía sobre Jerusalén, invita a los cristianos judíos a separarse de lo que Dios estaba a punto de juzgar.

2 PEDRO, lo mismo que la carta de JUDAS, censura a los que habían negado la fe, dejando el sendero de la piedad, y a los escarnecedores que se burlaban del testimonio de la segunda venida del Señor. Judas muestra falsos hermanos introducidos encubiertamente en medio de los santos, y también nos muestra la rebelión y el juicio final. Difiere de 2 Pedro en que considera el mal no solo como una iniquidad, sino como un abandono del estado primitivo.

Por último, en 1 JUAN, según el mismo testimonio del apóstol, estamos en “el último tiempo” (cap. 2:18). Cristianos apóstatas se habían manifestado, apóstatas de la verdad revelada, negando al Padre y al Hijo, y añadiendo la incredulidad de los judíos para negar que Jesús era el Mesías.

Pero sobre este sombrío panorama del fin, predicho desde el principio, en 2 Timoteo 2:19-22 tenemos preciosas instrucciones para andar en estos días de ruina espiritual, esperando, además, “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo…”.