Soldados de Jesucristo

Con la ayuda del Señor trataremos de exponer brevemente lo que es un soldado en las lides espirituales.

En la milicia, «soldado» es una persona que no discute, sino obedece. Para la función que se le asigna (sea el ataque o la defensa), está dotado de las armas idóneas en cada caso. Esta es la milicia de este siglo, la idea que tenemos de ella y de las armas de los soldados de este siglo. Aún recordamos cómo los hombres han sido lanzados unos contra otros para destruirse. Vivimos en una época de amargas experiencias bélicas. El hombre intenta imponerse, pero siempre lo hace a costa de su prójimo. Luchas, violencia, odio, muerte son el resultado y la secuela de esta clase y estado de cosas. Se habla de paz y se busca la guerra. Todos se arman para destruir, pero… “Las armas de nuestra milicia no son carnales”, y nuestra filiación tampoco corresponde a la milicia de este siglo, pues “ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. Nuestras ordenanzas tampoco son las que dicta “el presente siglo malo”, sino “toda palabra que sale de la boca de Dios”. Amados hermanos, somos exhortados a tomar “toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Efesios 6 nos enseña cuál es esta armadura. Es la apropiada para pelear “la buena batalla”. No nos dejemos engañar ni llevar a usar otras armas, pues “el que lucha… no es coronado si no lucha legítimamente”.

En 2 Timoteo 4 vemos a un soldado de Jesucristo (¡y qué soldado!) manifestar el gozo por haber finalizado una batalla y logrado la victoria: “He acabado la carrera, he guardado la fe”. Y el galardón por esta victoria: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día”. Mas no es solo el atributo o privilegio personal del amado apóstol: “Y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Pablo, “ya anciano” y “prisionero”, ante la perspectiva de su próximo martirio, dijo: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano”. ¡Así hablaba este valiente y fiel soldado de Jesucristo! “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. Magnífico modelo que el Espíritu Santo nos muestra: Un hombre en Cristo” que jamás se enredó “en los negocios de la vida”. Se entregó al Señor, y con la visión de la gloria que de Él vio, se extendía “a lo que está delante”. ¡Maravillosa expresión!

David nos ofrece otro modelo singular como soldado. Hombre joven y de poca apariencia para esta clase de lides, el enemigo “le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer”. Dios muestra su poder con instrumentos así, creyentes despojados de sí mismos (y “aún me haré más vil”, dijo David), llenos del Espíritu Santo (como Esteban), que dejaron de lado la confianza en sus propios recursos y en la tentadora armadura del esfuerzo y la mente humana. “Nunca lo practiqué”, afirmó David, y se entregó a su Dios confiadamente. “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré…”. ¡Los gigantes no son nada delante de la fe! Pero muchas veces nosotros huimos ante enemigos insignificantes. ¡Cuán amargos fracasos cosecha la confianza en sí mismo!… Aprendamos, meditemos, leamos las enseñanzas de las Escrituras concerniente a los valientes de David y a los setenta que rodean la litera de Salomón.

Pongamos toda nuestra confianza en Dios, sin reserva alguna. Que todo triunfo o victoria sea para la gloria de Dios. Nuestro lema es luchar y vencer, para la gloria de Dios, no olvidando que no tenemos lucha contra sangre y carne. Así, de las cinco piedras lisas del arroyo… una sola bastó para definir la lucha contra Goliat (el enemigo obrando dentro del país). Una piedra lisa del arroyo ha sido sometida a una fuerza de pulimento; con su continuo obrar sobre la piedra, el agua es el agente que va limando sus aristas y eliminando sus asperezas (figura de la voluntad y carácter del viejo hombre) para cambiar su estado primitivo y hacerla apta para ser lanzada eficazmente por la “honda”. Una piedra irregular en su forma no sirve para lograr un tiro tan certero como el de David (pienso que siendo el agua figura de la Palabra, la piedra lisa representa a un creyente trabajado por aquella y usado por el verdadero David para resolver un problema tan difícil como el que afrontaba Israel en ese entonces: guerra contra el poder del enemigo luchando dentro del país).

Que el Señor nos anime de esta manera. Esforcémonos y escuchemos su voz. El que escribe –joven en años y en el Señor– también invita humildemente a los amados hermanos, en especial a los jóvenes, a que juntos “sintamos una misma cosa”, considerando la riqueza instructiva que encierran epístolas como las dirigidas a Timoteo (y a nosotros también), para que sepamos cómo debemos andar “en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. Y, además, para que comprendamos “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”, de los cuales es necesario cuidarnos, persistiendo en lo que hemos aprendido y nos hemos persuadido, sabiendo de quién hemos aprendido, siendo así fieles soldados de Jesucristo.

Que, en su gracia, el Señor nos conceda retener lo que tenemos, para que nadie tome nuestra corona. “Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

Las citas de la Escritura, por orden de inserción, son las siguientes: 2 Corintios 10:4; 2 Timoteo 2:4; Gálatas 1:4; Mateo 4:4; Efesios 6:13; 2 Timoteo 4:7; 2:5; 4:7-8; Filemón 9; 2 Timoteo 4:6; Filipenses 2:17; 2 Corintios 12:2; 2 Timoteo 2:4; Filipenses 3:13; 1 Samuel 17:42; 2 Samuel 6:22; 1 Samuel 17:39, 45-46; 2 Samuel 23:8; 1 Crónicas 11:10; Cantares 3:7; Efesios 6:12; 1 Samuel 17:40; Filipenses 3:16; 1 Timoteo 3:15; 2 Timoteo 3:1, 14; Apocalipsis 3:11; Judas 25.