Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.
(2 Timoteo 4:3)
El mundo actual
Lo que está «de moda» hoy, puede ser obsoleto mañana, o incluso ignorado. Una red social o medio de comunicación influyente hoy, mañana o pasado mañana será superado por otra plataforma más moderna. Lo importante es el número de «like» (Me gusta), visualizaciones, comentarios, etc… que se adjuntan. Sin seguidores ni suscriptores, uno puede quedarse esperando enlaces, a pesar de la calidad de lo que muestra.
Búsqueda de aprobación
Lastimosamente, esta situación lleva a la gente a buscar el elogio en todos los ámbitos, sea en la música, el espectáculo, los negocios, etc., e incluso en el ámbito cristiano. Esto se aplica a nosotros como consumidores (espectadores), y también a los contenidos cristianos que ofrecemos en sitios web, YouTube u otros canales. Nuestro Señor Jesús nos advierte: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lucas 6:26).
Comezón de oír
En sus últimas cartas, el apóstol Pablo dejó un legado al mundo, como un testamento: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:3-5). Estos son exactamente los tiempos en que vivimos. No podemos imaginar una descripción más precisa. Muchos no soportan la sana enseñanza, incluso entre los que llevan el nombre de cristianos. Para ellos, lo importante es que el mensaje presentado sea moderno y conmovedor. La forma se vuelve más importante que el contenido.
Atenuar la irreverencia
En los medios de comunicación modernos, se aprueba incluso una broma irrespetuosa (contrario a lo que recomienda Efesios 5:4). Las marcas de las heridas de nuestro Salvador en la cruz se decoran, se describen y se comparan de forma chocante e indecente. La cruz de Cristo y sus sufrimientos se describen en términos comunes y vulgares, hasta el punto de blasfemar; y de esto, muchos cristianos ya ni siquiera son conscientes. La “palabra de la cruz” (1 Corintios 1:18) se compara con cosas triviales de la vida cotidiana, como si los sufrimientos de nuestro Señor pudieran hacerse graciosos con un juego de palabras. ¡Qué deshonor para el Señor!
En muchos medios de comunicación hay contenidos que hablan con irreverencia del Señor, de su obra y de la verdad cristiana. La gente habla, canta y debate sin temor a Dios, sin tener conciencia de lo que la cruz significó para nuestro Señor. A veces la verdad cristiana se describe de forma muy superficial, por lo que no es extraño que en ciertos medios la Palabra de Dios ya no se tome en serio. Se habla de Jesús como si fuera igual a nosotros.
¿Aún tenemos discernimiento? Hacer escándalo, usar un lenguaje vulgar, bromear con un mensaje tan solemne, ¿es digno de la Palabra de Dios?
¿Sana enseñanza o comezón de oír?
Es fácil desviarse de la “sana doctrina” cuando queremos ganar más oyentes. ¿Busco sinceramente la aprobación de Dios en su Palabra, por su contenido, o por lo que estoy ofreciendo a mi audiencia? La presunta música cristiana también atrae los oídos que tienen comezón de oír. Si lo más importante para mí es que el estilo de música responda a mis sentimientos, no es extraño que poco a poco vaya perdiendo mi capacidad de discernimiento. Comprobemos si el contenido que se presenta está en armonía con la Palabra de Dios. Si, por el contrario, no corresponde a las enseñanzas y acciones del Señor Jesús o de los apóstoles, es posible que nos hayamos equivocado en nuestros juicios.
Ejemplo de Pablo: agradar a Dios y no a los hombres
Pablo no ambicionaba tener muchos «suscriptores». No se detuvo en su ministerio cuando todos los de Asia se apartaron de él (2 Timoteo 1:15). El número de seguidores no le interesaba. Para él lo único importante era la aprobación del Señor. Quería agradar a Dios y servirle, esa era su motivación.
¿Qué es, realmente, lo más importante para mí? ¿Sigo a la multitud, o a la Palabra de Dios? ¿Busco generar un alto número de suscriptores y comentarios positivos, o llevar un mensaje coherente con la Palabra de Dios, tanto en contenido como en estilo? No dejemos de lado parte de la verdad, con el pretexto de llegar a la gente en cualquier lugar donde esté. No optemos por los métodos y las escenas mundanas; correríamos el peligro de abandonar el camino seguro. El Señor no quiere que pensemos y actuemos para complacer a los hombres, sino que, en el temor de Dios, hagamos lo que le agrada. Entonces podremos alcanzar a los que Dios busca, porque su Palabra tiene un poder que ninguna retórica, por poderosa que sea, puede ofrecer. Estando más cerca del Señor, dependiendo de él, presentaremos las cosas espirituales por medios espirituales, y las recibiremos de igual modo con mucho gozo.
Manuel Seibel
La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
(Hebreos 4:12)