“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27).
El Señor volverá en la gloria de su Padre.
Es aquella gloria que el apóstol Pedro llama “la magnifica gloria” y que él y sus dos compañeros tuvieron el privilegio de contemplar sobre el monte Santo. ¡Qué contraste con la primera venida de Cristo! El, el Hijo de Dios, se despojó a sí mismo; era Dios hecho hombre, viviendo sobre la tierra en la humillación, la pobreza y el sufrimiento. Pero cuando volverá, será como el Hijo de Dios viniendo en la gloria del Padre y al mismo tiempo como el Hijo del Hombre – Aquel a quien fue dado todo el juicio y, para este fin, con todos los ángeles a sus ordenes.
Cualquiera que sea el aspecto desde el cual nos es presentada, ¡cuán magnifica es la gloria de su Persona! Dios–Hombre, aquí abajo, Dios manifestado en carne, él es en adelante el Hombre–Dios sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. El se hizo hombre al venir a este mundo, y no dejó su humanidad al volver al cielo; la guardará eternamente. Es, pues, como Hijo del Hombre que él volverá en la gloria de su Padre. ¡Qué gozo perfecto tienen los que le conocen desde ahora por la fe y que son salvos por su obra expiatoria!
El pagará a cada uno según sus obras.
¿Qué piensas tú de estas solemnes palabras, oh hombre que te empeñas en seguir las inclinaciones de tu corazón, en satisfacer tus deseos y que olvidas de Dios?
¿Qué piensas tú que profesas ser cristiano; tú que hallas ciertas ventajas en mantener las conveniencias religiosas exteriores, pero que sabes bien en el fondo de tu conciencia que tu profesión no tiene ningún fundamento sólido, y que en tu corazón no hay un verdadero apego a Jesús de Nazaret?
¿Qué piensas tú, hombre obsesionado por los negociosos, que no tiene tiempo de pensar en el Hijo de Dios que vino a buscar lo que era perdido?
¡Oh! Todos los que descuidáis tan grande salvación, ¿qué haréis en el día de las retribuciones? ¿Dónde estarán esos placeres que os arrastran, esa profesión de religión por la cual os engañáis, esos negocios que tienen una funesta importancia?
Pero para ti, hijo de Dios por la fe en Jesucristo, que guardas con humildad su Palabra y andas sometiéndole tus pensamientos, ¡qué perspectiva abre ante ti la venida del Señor! Solo tú puedes esperar con calma y felicidad ese día no lejano; entonces entrarás en el goce de tu Señor.
El vendrá para reinar.
Él, a quien los hombres han menospreciado, rechazado y crucificado cuando su primera venida, volverá para reinar. Lea el Salmo 2: Dios ha puesto su Rey en su monte santo; los pueblos proyectan cosas vanas y los gobiernos consultan unidos contra el Señor y contra su Ungido. Pero el que mora en los cielos les hablará en su ira. El ha remitido todo el poder en las manos de su Hijo, y este quebrantará las naciones con vara de hierro. ¿Quién podrá resistir en aquel día?
En el tiempo de la gracia –en el cual vivimos– “toda la creación gime a una” y los hombres sienten confusamente que días terribles les esperan. El cristiano, instruido por las Escrituras, espera a su Señor, quien va a arrebatar a su Iglesia para tenerla consigo. A partir de este acontecimiento, caerán los juicios sobre la tierra, hasta que venga Aquel a quien Dios dio todo el juicio.
Día de gozo, de recompensa y de gloria para el Señor y los suyos. Pero para los demás, día de ira e indignación. El Señor Jesús vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que creyeron. Y el mundo, que por última vez le había visto en la cruz coronado de espinas, le verá sentado en el trono del juicio y coronado de gloria y honra (véase 2 Tesalonicenses 1:6-10).