La Biblia, Palabra de Dios

El verdadero cristiano conoce el valor de la Biblia. Ha creído y reconocido que ella es, en verdad, la Palabra de Dios ha hecho la experiencia de la potencia divina de este Libro maravilloso para la salvación de su alma. La Biblia le ha enseñado lo que es el hombre, lo que es él mismo, pero también lo que es Dios. Por medio de ella ha recibido la luz y la vida eterna, el perdón de los pecados, la fuerza necesaria para caminar piadosamente en este mundo, la salvación, la paz, el reposo y la comunión con Dios.

El verdadero cristiano, que anda en el camino bendito de la paz, y de la piedad, comprueba de más en más que la Escritura es, de hecho, la revelación o el Libro de Dios. Todo lo que el cristiano puede ver en sí mismo y alrededor de sí ayuda a fortalecer su convicción de que tiene entre sus manos la eterna Palabra de Dios, respecto a la cual está dicho: “La Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35) y “la Palabra del Señor permanece para siempre” (Isaías 40:8).

A las almas atormentadas por las dudas respecto a la autenticidad y la inspiración de las Sagradas Escrituras, el mejor consejo que les podemos dar es el siguiente: Aplicad la Escritura a vuestros corazones y a vuestras conciencias como lo que es en realidad, la Palabra de Dios, y procurad descubrir y poner en práctica la voluntad que allí está revelada. Se trata de creer primero, y luego de verificar por la experiencia. Toda alma sincera probará por sí misma la verdad de lo que acabamos de enunciar.

En dondequiera que se encuentren verdaderos creyentes, el mundo ha podido constatar este cambio en el corazón y en la vida que caracteriza a los que reciben la Palabra de Dios. En todos los términos del globo, entre gente de toda clase y de toda condición, se encuentran hombres, mujeres y niños que testifican altamente de lo que la Palabra de Dios les ha dado: La salvación y la vida, fuerza y paz. Podrán quizá citar el versículo, la palabra de la Biblia que vino a iluminar sus tinieblas, a darles la libertad, a arrancarlos de la dura esclavitud de Satanás, del mundo y del pecado, y a darles el reposo del corazón. Ahora son hijos de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo.

Amigos lectores, la Sagradas Escrituras que “pueden hacer sabio para la salvación”, ¿operaron tal cambio en vuestro corazón? Si vuestra contestación es negativa examinaos a vosotros mismos y procurad, desde ahora, hacer la experiencia de lo que es la Palabra de Dios. Leedla concienzudamente someteos a su autoridad; hallaréis ahí la salvación de vuestra alma y reconoceréis en verdad que sí es la Palabra de Dios.

¡Qué vuestro corazón, como el de los Tesalonicenses de antaño, acepte “no la palabra de hombres, sino según es en verdad, la Palabra de Dios” que aporta al creyente la salvación y la vida! (1 Tesalonicenses 2:13).

Se acerca el día cuando Dios juzgará al mundo conforme a esta Palabra eterna e inmutable. Y cuando el cielo y la tierra pasarán, el universo entero tendrá que reconocer que “la Palabra del Señor permanece para siempre”.