Salmo 37

Empieza este Salmo con: “No te impacientes”. ¡Tan natural es impacientarnos cuando vienen desengaños y dificultades, y pensamos que nuestra vida es más dura que la de otros! Pero dice el salmista: “No te impacientes”, y treces veces tenemos el mismo pensamiento –(no te alteres, versículo 7; no te excites, versículo 8). El primero a causa de los malignos que obran iniquidad y no les pasa nada; el segundo, a causa de los que prosperan y nada les perturba; el tercero, no te impacientes en manera alguna a hacer lo malo. Es este último que tenemos que estudiar bien. Cuando vemos que los malignos prosperan, hay la tentación de permitir prorrumpir la impaciencia en imitación de estos malignos, y Dios dice que los malignos “serán pronto cortados”.

¿Hay un remedio para esta impaciencia, esta irritación interior del corazón? Por seguro que sí, en este mismo Salmo y dado a nosotros en cinco etapas:

  1. “Confía en Jehová y haz el bien” (v. 3). El Señor ha sido el recurso de su pueblo en todas las edades y es el mismo hoy. Tráele tus pruebas y dificultades y confía en él en medio de todo. Él nunca te dejará ni te desamparará.
  2. “Deléitate asimismo en Jehová” (v. 4). El Señor permite que las pruebas del camino nos sobrevengan para que aprendamos más y más su amor para nosotros y el poder que él puede ejercer a nuestro favor. Tiene que enseñarnos nuestra propia debilidad e insignificancia para que sepamos su suficiencia en todo. Tengamos, pues, deleite en él y su enseñanza, y busquemos que él tenga su voluntad con nosotros para que recibamos lo bueno que él nos tiene reservado.
  3. “Encomienda a Jehová tu camino” (v. 5). ¿Es indiferente el Señor a las dificultades de su pueblo? ¡En ninguna manera! “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Encomienda a él tu camino. Espera en él. El abrirá el camino delante de ti y te guiará por donde él quiera que andes.
  4. “Guardar silencio (o confía calladamente) en Jehová, y espera en él” (v. 7). “Espérate (o reposa) hija mía”, dijo Noemí a Rut su nuera, “hasta que sepas como se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy” (Rut 3:18). Noemí sabía que Booz había tomado interés en el caso de Rut y que llevaría todo a una conclusión dichosa. Así hace el Señor con nosotros. Somos de él. Vale la pena confiar y esperar en él porque nos ayudará hasta lo último.

Ahora, lee este Salmo y ve lo que el Señor hará por sus santos y a los malignos. “Jehová ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; mas la descendencia de los impíos será destruida” (v. 28). Al fin de una larga vida, el salmista testifica de la indefectible bondad de Dios. Entonces da la exhortación:

  1. “Esperar en Jehová y guardar su camino, y él te exaltará” (v. 34). Esta es la conclusión de todo. Esperando en el Señor en oración y actividad siempre produce lo bueno. Que andemos en su camino. Que ordenemos nuestros pasos y nuestra conducta para ser agradables a él. Vendrá el día de ensalzamiento. Puede ser que venga mientras estemos en este mundo, pero si no, vendrá en la gloria. La fidelidad aquí ganará su galardón en la eternidad. Los dolores y las dificultades del peregrino pasarán, pero la recompensa eterna nunca pasará. Que oremos, pues, “Señor, ayúdanos a glorificarte en nuestras vidas”.