“Que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Timoteo 2:8).
Cuando oras en la reunión de oraciones, no amonestes ni censures los errores de otros; no enseñes, sino ¡ora! (Orar es la expresión de nuestros deseos con agradecimiento delante de Dios).
No busques lindas palabras y expresiones escogidas. Habla sencillamente, de modo que cada niño te pueda comprender. Las palabras no son potencia.
Habla a Dios Padre o al Señor Jesús, no a la asamblea. No hagas a Dios y a los hombres un discurso lleno de fervor, sino ora. No enumeres ninguna lista de verdades, sino trae “peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acciones de gracias” (Filipenses 4:6).
No dilapides tiempo con repeticiones, diciendo a Dios lo grande, lo justo y lo bueno que es. Ante todo, evita repeticiones de pedidos que roban el tiempo por una constante descripción y exposición de las mismas cosas en distintas palabras. Esto contrista al Espíritu Santo y cansa a los compañeros de oración. “Dios está en el cielo y tú en la tierra, por tanto, sean pocas tus palabras” (Eclesiastés 5:2).
Ora por un fin determinado que no sea de carácter personal. Lo que te concierne personalmente pertenece a tu alcoba. Piensa en la glorificación del Señor y en sus intereses, en su obra y su pueblo, este cerca o lejos.
No digas demasiado: “Oh, Señor Jesús… Oh, Dios y Padre” etc. A veces se debe oír el mismo encabezamiento al comienzo de cada frase. Esto también contrista al Espíritu y resulta poco conveniente.
(compara la oración del Señor en Juan capítulo 17).
Expresa directamente lo que piensas. Sé sencillo, natural y serio, y no trates de ser elocuente, no ores nunca para llenar el tiempo o para que tu voz sea escuchada una vez en la asamblea.
No hagas tu oración demasiado extensa. Ora de preferencia varias veces cuando tienes mucho a pechos. En tu cámara, donde estas solo, puedes orar extensamente de acuerdo con tu tiempo y la fuerza disponible, pero no en público.
Habla en voz alta e inteligible para que todos los presentes te puedan comprender. ¿Qué provecho tiene la asamblea si no entiende, y como podría decir amén a tu oración?
Ante todo, piensa que somos llamados a orar por el Espíritu Santo a levar manos santas a Dios para suplicarle con corazón limpio.
A estos ultimo consejos aparecidos en una publicación cristiana en Alemania, agregamos solo dos pasajes de la Escritura que corroboran lo antedicho:
Dijo el Señor Jesús: “Y orando no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de que cosas tenéis necesidad, ante que vosotros le pidáis” (Mateo 6:5, 7-8).
Y el apóstol Pablo escribió: “Orad con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento… porque si bendices solo con el espíritu, el cual ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? Pues no sabe lo que has dicho. Porque tú a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado” (1 Corintios 14:15-17.