Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios
(Hebreos 11:5-6).
Hay dos etapas en la vida de Enoc: la primera abarca sesenta y cinco años, la segunda trescientos. En la primera se nos dice que Enoc “vivió”; en la segunda leemos: “Caminó Enoc con Dios”. Vivir y caminar con Dios evocan dos condiciones diferentes. De cuántos hombres, y de cuántos creyentes también, en el momento de su partida de este mundo desgraciadamente solo podemos decir que ¡vivió tantos años! En el capítulo 5 de Génesis, de cada uno simplemente se nos dice que “vivió”, excepto de Enoc.
Durante sesenta y cinco años Enoc “vivió”. Pero después de haber engendrado un hijo, se produjo un cambio importante. De todos los que se mencionan en este capítulo, solo para Enoc el nacimiento de un hijo marca el punto de partida de una vida muy diferente; los demás también tuvieron hijos e hijas, pero siempre se utiliza la misma expresión: “vivió”, y luego: “murió”. De Enoc, tras el nacimiento de su hijo, se dice que “caminó Enoc con Dios”, y no se dice que “murió”, sino que “desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24). Enoc es una excepción única en el linaje presentado en Génesis 5. Imitemos a este hombre que, a partir de cierto momento de su vida, caminó con Dios hasta el final, un final que para él no fue la muerte, sino que “le llevó Dios”.
Todo creyente (hombre o mujer), incluso si es muy joven, tiene una responsabilidad ante Dios respecto a su camino personal. Para el hombre, su responsabilidad aumenta el día que funda un hogar; como cabeza de familia, es particularmente responsable de la vida del hogar, de su progreso, de su conducta moral. Su responsabilidad es aún mayor con el nacimiento de un hijo: el padre, cabeza de familia, y la madre, no deben perder de vista que sus acciones tendrán una influencia definitiva en sus hijos. Puede ser para ellos una ocasión de caída, pero también puede ser, y Dios quiere que siempre lo sea, un ejemplo vivo de un caminar con Dios. Que los padres cristianos reflexionen ante Dios sobre el ejemplo que dan a sus hijos, y que esto los lleve a caminar “con Dios”.
El camino de la fe
Hebreos 11 nos revela el secreto de este camino: la fe. Enoc tenía un objeto celestial ante él: Dios. Durante su larga vida de trescientos años, sin duda pasó por muchas circunstancias diferentes, pero a través de todas ellas caminó “con Dios”. Su vida fue, pues, de continua comunión con Dios.
“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte...” (Hebreos 11:5). Este rapto se atribuye a su fe. Es la coronación de su viaje, de su vida de fe. Si el creyente tiene que pasar por la muerte del cuerpo, él puede considerar ya las realidades eternas. Así, en cierto modo, no ve la “muerte”. Entra realmente en la presencia de Aquel con quien anduvo en este mundo. Junto a él disfrutará la dicha de la casa del Padre eternamente. La fe será transformada en algo que se ve.
Antes de su rapto, Enoc “tuvo testimonio de haber agradado a Dios”. Que este sea nuestro primer deseo: ¡agradar a Dios! Y recordemos que solo podemos agradarle si caminamos con él por la fe. Porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (v. 6).