Los siglos han pasado. En medio de Tiatira, Dios suscitó la Reforma, un poderoso movimiento animado por su Espíritu. Luego, la decadencia hizo nuevamente su obra. La muerte espiritual invade la iglesia en Sardis. A pesar de su pretensión, el Señor discierne su verdadero estado: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (v. 1). “Acuérdate… arrepiéntete”, se la ordena (v. 3, comp. cap. 2:5, 16; 3:19). ¿Quién es aquí el vencedor? El que no ha manchado sus vestiduras. ¿Conocemos esa clase de victoria; hemos permanecido puros? El vencedor en Sardis será vestido de “vestiduras blancas”, y su nombre nunca será borrado del libro de la vida.
Filadelfia (amor de los hermanos) es hija del «Despertar» del S. XIX. La caracteriza su ¡“poca fuerza”! Pero el Señor mantiene abierta para ella la puerta del Evangelio. ¡La fidelidad a su Palabra! Él será fiel a su promesa:
Yo vengo pronto.
¡El apego a su nombre! El nuevo nombre del Señor será su parte. ¿Y el oprobio del mundo? El Señor le responderá con su pública aprobación: “Yo haré que… reconozcan que yo te he amado”.
Somos los herederos responsables del testimonio de Filadelfia. ¡Que el Señor nos conceda manifestar esos caracteres y no perder nuestra corona! Él experimentará más gozo al dar esa recompensa que el vencedor al recibirla.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"